Que se disculpen los enanos, por Patricia del Río
Que se disculpen los enanos, por Patricia del Río
Patricia del Río

Esta semana revivimos, una y otra vez, los goles que Maradona le hizo a Inglaterra en el Mundial de México 86. Recordamos ese triunfo con el que toda una nación se limpiaba en una cancha de fútbol las heridas que la guerra injusta y abusiva de las Malvinas les había dejado. Sonreímos viendo cómo David, nunca más chato, le ganaba al gigante Goliat. 

Sí, es verdad que Maradona se ayudó con la mano para meter uno de los goles más famosos de su carrera, pero, como para dejar en claro que él hacía los goles como le daba la gana, el pibe pelucón se llevó en 10,6 segundos a todos los jugadores de la reina y firmó su segundo tanto con los pies, con el alma y con el corazón.

¿Ganó Argentina con justicia? Sí. En el fútbol las fallas de los árbitros son parte del juego y así como unas veces te juegan a favor, otras te hacen perder. Por eso Maradona nunca se arrepintió, ni pidió disculpas. Recién en el año 2005 reconoció entre risas lo que el mundo había bautizado como “la mano de Dios”, y lo hizo sin ruborizarse. Convencido de que ganar era su deber y sobre todo su derecho.

Qué diferencia a lo ocurrido en la Copa América cuando Perú descalificó a Brasil con una mano de Ruidíaz. Ni bien nuestro jugador pisó tierra peruana reconoció su falta, se disculpó como si hubiera cometido un pecado y empañó un triunfo que se logró con el esfuerzo de todo un equipo joven. ¿Para qué? Creo que la diferencia entre Ruidíaz y Maradona es que el primero no ha sabido ganar. Tan acostumbrado está a las derrotas que incluso cuando la suerte le sonríe, él se encarga de ponerle mala cara, y lo que debió ser asimilado como un logro queda como una palomillada.

Aunque a algunos la comparación pueda parecerles forzada, a mí todo este lío de manos y goles me ha hecho pensar en la política: Pedro Pablo Kuczynski fue elegido presidente del Perú y hay quienes en lugar de verlo celebrar su triunfo pretenden que se disculpe, como si hubiera metido la mano en una mala jugada. Le recuerdan que el triunfo fue por poquito, que hubo insultos en la campaña, que el Congreso es de Fuerza Popular y una suerte de circunstancias que no hacen su triunfo menos contundente ni menos legítimo. Que Keiko no tenga la madurez suficiente para asimilar su derrota no hace a PPK menos ganador. Así que ya es hora de pasar la página, dejar que los perdedores se laman las heridas en solitario y empezar a mirar el futuro con la frente, la mano, el pie y lo que se necesite en alto. Y a celebrar como Maradona, que el mundo es de los grandes… que se disculpen los pequeños.