Mientras algunos gobiernos europeos están dando becas de estudio masivas para reconvertir a los desempleados, aquí no vemos aún la educación superior como herramienta para recuperarnos de la crisis. Ciudadanos, instituciones y autoridades debemos cambiar eso.
¿Es hoy momento de estudiar?, se preguntan miles de jóvenes antes de matricularse en sus universidades o de postular a estudios técnicos o de posgrado, siendo la razón principal la incertidumbre sobre sus ingresos para pagar los costos futuros. Además, lo vemos en estudios recientes, tienen otras dudas no menos pertinentes como aquellas sobre la calidad de las clases a distancia y sobre la oportunidad de estudiar cuando la nueva normalidad quizás haga obsoleto mucho de lo conocido hoy.
Ciertamente, la educación virtual (cuya buena calidad debería ser norma en todas las instituciones) tiene algunas ventajas. Una de ellas es, por ejemplo, permitir la revisión de las clases (grabadas) y evitar el “no le entendí al profesor”, que resulta fatal en sesión presencial. Además obliga a los docentes a dar atención más personalizada a los alumnos (esfuerzo que alumnos y muchas autoridades universitarias desconocen). Pero una gran desventaja es que no permite la socialización física, fundamental para adolescentes y jóvenes.
Ciertamente la incertidumbre asusta, pero no debe olvidarse que la educación es la mejor herramienta frente a esta. Con educación, quien perdió su trabajo en turismo podrá reconvertirse en experto en logística agrícola. Y quien estudia marketing podrá entender, antes que otros, cómo adaptarse a una venta donde, sin tocar, oler o gustar, el atractivo visual es central.
Por cierto, el financiamiento se hace más incierto, pero debe recordarse que la buena educación es la mejor inversión. Y ante ello, las instituciones educativas deben ser creativas y abiertas en sus análisis financieros, para dar las facilidades en montos, tiempos y formas de pago que necesiten los alumnos.
Y ya es momento de que las autoridades educativas pasen de la posición defensiva a tomar una posición activa para lograr que esa buena educación se concrete. Convendría, así, que impulsen un “Reactiva Educación” para préstamos de estudio. Y deberían ser creativas para analizar, por ejemplo, si con las normas de distanciamiento adecuadas se podrían permitir momentos de interacción real entre alumnos.
Pero, por encima de todo, convendría que todos, ciudadanos, instituciones y autoridades dejemos de ver la educación como una actividad que hay que limitar al máximo por ser potencialmente peligrosa, y empecemos a verla como lo que siempre ha sido, una herramienta fundamental para crecer (nuevamente). Que tengan una gran semana.