Rodrigo Cruz

De todas las frases y promesas efectistas, demagógicas y maniqueas que el presidente dijo cuando estaba en campaña, hay una que en estos días resuena con especial ironía, por decir lo menos. Una que se ha ido diluyendo rápidamente hasta transformarse en una burla. Era fines de abril. Habían pasado dos semanas desde la primera vuelta y el entonces candidato estaba de visita en la ciudad de Chiclayo. Su equipo de campaña había convocado a una conferencia de prensa a primera hora del día, pero antes de que comenzaran las primeras preguntas, Castillo cogió el micrófono y dijo, entre otras cosas: “Yo soy el terror de la ”.

Por entonces, Castillo intentaba colocar mensajes en el electorado que lo diferenciaran de su contendora Keiko Fujimori y, de alguna manera, también responder a las denuncias que iban saliendo contra él y su entorno, sobre todo las que recordaban los vínculos de su gremio sindical con el Movadef. De manera que autodenominarse como “el terror de la corrupción” fue una de las frases que más utilizó y lo acompañó a lo largo de esas vertiginosas semanas de campaña.

Hoy, si Castillo dijese que es el terror de la corrupción, ¿quiénes le creerían? Más bien, si algo viene creciendo en estos meses es el porcentaje de peruanos que cree que este Gobierno será todavía más corrupto que los anteriores: del 21% que creía esto en diciembre hemos pasado al 32% en mayo, según la última encuesta de opinión del Instituto de Estudios Peruanos (IEP).

Si algo ha bregado para que este porcentaje aumente, además de las denuncias de corrupción e ineptitud que se vienen divulgando semana a semana, es el silencio del mandatario para condenar las acciones turbias de quienes lo rodean. Se quedó callado cuando se supo que su exsecretario tenía escondido US$20 mil en efectivo en el baño de su oficina (de hecho, cuando aceptó la renuncia de Bruno Pacheco le agradeció por los servicios prestados), se quedó callado cuando aparecieron las denuncias de los ascensos en las Fuerzas Armadas y la policía, y ahora ha optado por el mismo silencio ante la revelación del diálogo de Zamir Villaverde con el exministro del MTC Juan Silva donde hablan de la entrega de “cien grandes” por parte de la empresa Tapusa S.A.

A estas alturas, no decir nada y, por el contrario, intentar bloquear las investigaciones de la fiscalía, es una muestra de complicidad. En realidad, lo que tenemos es, más que un presidente que vendió el cuento de que era el “terror de la corrupción” en campaña, un mandatario petrificado por todas las evidencias de corrupción en su gobierno que han ido apareciendo en tan corto tiempo y que no podrá tapar con ninguna frase vacía y demagoga.

Rodrigo Cruz Periodista