Pechada presidencial y arrebato unicameral, he ahí la combustión que enturbia nuestra serenidad. Algunos tienen la esperanza de que las crisis que siguen al chispazo patean los problemas hacia adelante y así avanzamos, pero me temo que sea al revés: ‘un paso palante, dos pasos patrás’.
Tenemos que notificar a ambas partes (no pequemos de vizcarristas ni de opositores) que estamos al tanto de la hipocresía y de las argucias cruzadas. El ciudadano no debe tener el estatus ingenuo del hincha de un bando, sino del indignado que no acepta que se agite con tanto cinismo la bandera anticorrupción. Sugiero a las encuestadoras dos preguntas: ¿Cree que el presidente dio su mensaje emplazando al Congreso porque le preocupa la lucha anticorrupción?, ¿cree que el Congreso eliminó la inmunidad para todas las autoridades motivado por la pérdida de su reputación?
Mi respuesta a ambas preguntas es un rotundo no. Vizcarra apuró su mensaje cuando el Congreso estaba recibiendo presión de sus minorías para corregir la votación sobre la inmunidad y aprobar los impedimentos para ser elegido (cosa que, en buena hora, sí se hizo finalmente). La voz del presidente sobraba el domingo pasado, como no fuera para informarnos sobre la lucha contra el COVID-19 y para responder denuncias sobre gente de su entorno que habría sacado ventaja del poder en provecho propio o de terceros: la secretaria general de Palacio, Mirian Morales, contratando a la hermana de su expareja cuando trabajaba en el MTC; su cuñado Fredy Herrera Begazo, manteniendo contratos con el Estado aun después de la asunción de mando en el 2018; al igual que familiares de su asistente Karem Roca.
El mensaje tuvo la finalidad de desviar la agenda y el Congreso respondió en un arrebato que aún no sabemos si se sostendrá en segunda legislatura. Omar Chehade fungió de redactor del arrebato cuando su función de presidente de la Comisión de Constitución era imponer la contención que, por distintos motivos, quedó aislada en figuras tan disímiles como Martha Chávez de Fuerza Popular o Francisco Sagasti del Partido Morado. A la hora del arrebato, hasta esas bancadas se partieron.
Todos nos partimos entre la emoción de que se pueden conciliar opuestos para radicalizar una reforma y la sensación culposa de que la imprudencia es mala consejera. Valga la inmunidad levantada para el Parlamento (aunque con prerrogativas, ahí sí, jaja), y quizá para jueces y fiscales supremos (el recuerdo de los casos de César Hinostroza o Pedro Chávarry nos marca); pero en el caso del presidente es invitar a exacerbar la judicialización de la política. A notificar a ambos bandos que somos los indignados del medio.