Empezar la campaña del 2021, por Rolando Arellano
Empezar la campaña del 2021, por Rolando Arellano
Rolando Arellano C.

¿Podemos acabar con esta racha de elecciones en las que la mayoría de peruanos terminamos votando no por quien nos parece la persona adecuada para gobernar sino por la opción menos mala? Sí, si el reciente cierre de las inscripciones de candidatos para el 2016 marcase el inicio del proceso electoral del 2021 y usted, estimado lector, empieza a participar activamente en política. Veamos.

En una entrevista que me hicieron en este Diario, publicada el domingo 7, comenté que el problema que tenía un partido específico con su inscripción ante el JNE era resultado de las cosas hechas a último minuto. Esa entrevista no mostró que desgraciadamente la situación se repite en muchas de las 19 candidaturas actuales, en que a última hora vimos agrupaciones buscando candidatos que los representen, candidatos potenciales tratando de hallar un movimiento político que los acoja, coaliciones en las que la ideología es lo menos relevante y campañas y planes copiados de otros países y contextos. 

Lo peor es que, frente a esta oferta tan frágil y poco sustanciosa, se encuentra un grupo de candidatos cuajados y experimentados, pero con un bagaje de acusaciones graves por su comportamiento anterior. Con raras excepciones, nuestras opciones son el malo conocido o el ‘outsider’ que es el bueno (o malo) por conocer.

Ante ello, quizá el lector, como tantos millones de peruanos, ya empezó a resignarse a votar en abril por un candidato que no cumple con todas sus expectativas democráticas. Si bien le recomendamos que no lo haga y que analice mejor la oferta electoral para dar el voto más reflexivo posible, creemos también que la solución a este problema solo ocurrirá si desde hoy mismo, usted, señor lector, empieza a implicarse en política con miras al 2021 y después.

Si usted, que está desencantado de los políticos de hoy, comienza a juntar y a juntarse con personas honestas que piensan parecido, que tienen ideales comunes y que quieren un país con el mismo tipo de bienestar, estará formando el embrión de un movimiento político para el futuro. No tienen que ser obligatoriamente intereses de la macropolítica, pues pueden girar en aspectos más puntuales, como la defensa de la ecología, los derechos de las minorías o el desarrollo rural, siendo lo importante que tengan un objetivo de bien común. 

Si a partir de esos colectivos los ciudadanos empiezan a defender los intereses que les son relevantes, poco a poco se constituirán en una fuerza que el Estado y el gobierno deberán escuchar. Con ello, durante los próximos cinco años tendrán la oportunidad de mostrar al país la importancia de sus objetivos, la claridad de sus planes, la honradez de sus miembros y su voluntad de mejorar el país, constituyéndose como una opción de gobierno seria y creíble en las elecciones futuras (por cierto eso es también válido para los Nanos, las Verónikas o los Julios, que si no ganan tienen cinco años para corregir su actuación de hoy y ser una verdadera opción democrática luego). Las grandes empresas no se forman en un día y así empezaron los grandes partidos del mundo.

Si actuamos así, cuando en el 2020 se empiece a hablar de elecciones, ya no estaremos en el dilema de escoger entre el riesgo de la novedad o la seguridad del descalabro. Pero si no lo hacemos, tampoco podremos quejarnos de que eso nos siga pasando.