Debo confesar que me sorprendió que un filme extraordinario como “Escándalo americano” no haya logrado ni un solo Óscar el domingo pasado. La imaginativa historia, involucrando mafiosos, alcaldes corruptos, geniales estafadores y policías ambiciosos, merecía ganar al menos una de las diez estatuillas para las que fue nominada. En todo caso nos ha dejado con la inquietud de que en nuestro país para hacer una película similar bastaría con reproducir los innumerables escándalos a los que estamos acostumbrados.
Así tenemos que esta semana se ha denunciado que las empresas del congresista Gagó habrían ganado 215 licitaciones con el Estado en los dos años y medio que él lleva como parlamentario. Con tremendo volumen de negocios, a razón de siete contratos mensuales, es difícil considerar que el legislador no habría estado involucrado.
Luego hemos tenido el caso de la congresista –hoy ministra– Carmen Omonte, quien tendría compañías beneficiadas por concesiones mineras que otorga el Estado, lo cual, siendo funcionaria pública, estaría penado. El argumento de la señora en el sentido de que habría recibido luz verde de su abogado no parece muy sólido ya que ese letrado parece haberse equivocado. Incluso demostraría una falta de opinión propia que es alarmante considerando las importantes decisiones que en su actual posición tiene que tomar a diario.
Por otro lado, tanto las filtraciones sobre los negocios en los que la ministra estaría participando como los principales ataques contra ella provienen del propio oficialismo, lo cual demuestra que es inagotable su capacidad de autoflagelarse. Hace solo quince días tuvieron una crisis al sacar de mala manera a un primer ministro y ya están complotando entre ellos para traerse abajo a los nuevos ministros que han nombrado. Alguien muy importante parece haber perdido el sentido de la realidad y se la pasa promoviendo complots internos pese a que es su gobierno el principal perjudicado.
Pero el caso más desfachatado de falta de criterio lo ha demostrado la alcaldesa Villarán al obtener un préstamo de la Caja Municipal. En realidad es increíble que lo haya siquiera solicitado, ya que ella nombra a los directores de esa entidad que está bajo su manto. Por lo tanto es muy difícil pensar que su requerimiento haya sido acuciosamente evaluado o que haya corrido el riesgo de ser rechazado.
Más aun, uno se pregunta: ¿Qué ocurre si no cumple con los pagos? ¿Ustedes creen, estimados lectores, que la burgomaestre de Lima sería ejecutada o embargada por sus propios subordinados? Además, sería bueno saber si la tasa de interés que le están cobrando es la del mercado. Al final la señora en cuestión nunca ha aclarado el motivo por el cual no hizo lo correcto y solicitó el préstamo en cualquier otro banco.
Finalmente cerramos la semana con el más escandaloso ejemplo de sobonería que durante mucho tiempo hayamos presenciado, un congresista oficialista –Josué Gutiérrez– tiene las paredes de su despacho recubiertas hasta el techo con fotos de la primera dama. El parlamentario, quien se hizo famoso acompañando a Alexis Humala en su cuestionado viaje a Moscú, se expresa como fanático religioso y no como legislador, ya que deja en manos de Dios –y no de la ley o de la Constitución– la posibilidad de que sea candidata la esposa del mandatario. Con personajes como esos no se requiere de imaginación para escribir el guion del “Escándalo peruano”.