Enrique Planas

Una mañana en el cementerio. No es necesario decir cuál. En ese momento, todos resultan iguales. Hay pocas personas en el cortejo. También son escasas las palabras para la despedida. Ahora los pabellones se construyen más altos, hasta de siete pisos, y para subir el ataúd se necesita un montacargas con una precaria plataforma soldada para que los sepultureros hagan su trabajo. Al lado, me fijo en una de las esculturas fúnebres, en el rostro de la mujer y en el virtuosismo técnico de su mantilla, el mármol replicando un primoroso bordado. Ya los hombres estaban colocando la plancha de cemento cuando suena el celular de uno de ellos. En medio del hondo silencio, su impertinente “Aló, sí, estoy chambeando. Escríbeme al wassap” resulta estentóreo.

Dice el lugar común que, cuando enfrentas la muerte, frente a nuestros ojos la vida pasa en un instante. Quién sabe. Pero también la memoria suele activarse por la muerte de los demás. Es la sorpresiva ausencia la que nos impulsa a recordar. Es un bordado de imágenes, incapaz entonces de precisarse con palabras. Y es curioso, porque siempre he creído que lo más parecido al acto de es el proceso de . Tejido y texto son palabras que comparten una remota raíz etimológica. ‘Textus’ es el participio pasado del verbo ‘texo’, tejer, y vale lo mismo para ‘tejido’ que para ‘texto’. La homonimia en latín no pasó al castellano y el tiempo nos hizo olvidar su relación. Lo explica muy bien Irene Vallejo en su libro “El infinito en un junco”: nuestro lenguaje está plagado de metáforas vinculadas al tejido y la costura. Hablamos del hilo de la trama, de la importancia del nudo narrativo. Las coincidencias exceden al lenguaje y nos remiten a la naturaleza toda, a nuestro tejido orgánico, a la urdimbre colectiva, a las redes sociales. Hilos invisibles que nos sostienen y nos vinculan orgánicamente. Un textil simbólico en permanente proceso, incorporando nuevos materiales, nuevos símbolos, nuevas estéticas. A la vez que preserva la memoria.

Escribir y tejer son una forma de rito. Hay aniversarios, hay casamientos, hay divorcios. La vida se teje alrededor de los rituales, como lo es también el duelo. Por más cerca que hayamos vivido del fallecido, por mucho que hayamos creído conocerlo, descubrimos ahora los agujeros. Y aunque tejamos y destejamos un complejísimo patrón, siempre habrá espacios a los que no podemos acceder, aquello que pensaba y sentía el hoy ausente. Advertimos entonces que, en ese lugar oscuro, el misterio también sostiene, el vacío le da interés a la forma.

Tejer ideas nos permite atar cabos sueltos, darle vueltas a la madeja, intentar deshacer los nudos. Aprendemos a bordar el punto final.



*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.




Enrique Planas es redactor de Luces y TV+

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