Un día llegó hasta España persiguiendo un enloquecido amor. Ahí se instaló, como la mayoría de los escritores sudacas que intentaban encontrar un lugar en el mundo que les permitiera vivir de esas historias que salen de sus cabezas o de sus corazones... No sé. Hernán Casciari, escritor gordo, argentino, llegó a la Madre Patria cuando bordeaba los 30 años, sin un mango en el bolsillo, y con mil relatos a punto de saltar al teclado. Sin embargo, en lugar de escribir la novela de su vida, se transformó en un sudaca nostálgico, que extrañaba las tardes de mate y los goles del Racing, que quería reírse con su viejo y llegar a casa a que su madre lo engriera.
Pronto se dio cuenta de que era más migrante que ciudadano. Y lo descubrió de la manera más argentina posible: el día que Racing, su Racing, por fin campeonó en Argentina a él le tocó verlo solo, en un bar de Barcelona, sin tener con quien celebrarlo, sin tener con quien llorar. Estaba demasiado ausente para abrazarse de su padre, demasiado lejos para cargar a su madre por toda la casa y demasiado solo para gritar todos los “ganamos, mierda” que caben en unos cuantos segundos de emoción futbolera.
Ese diciembre del 2001 en un oscuro y solitario bar de Barcelona, Casciari descubrió que estaba en ‘orsai’ (‘off side’, para los argentinos), que estaba absolutamente fuera de juego, que todos parecían estar ocupando el lugar que les correspondían en el mundo, menos él. Que su situación era tan estúpida como la de aquel jugador que un día mete un golazo en posición adelantada y como no se da cuenta de la sanción del árbitro celebra una hazaña que solo existe para él.
Y supongo, porque esto no me lo ha contado él, que a falta de barrio y pichanga en la esquina, a falta de pibes con quienes ir al estadio y comerse un asado, a falta de Chiri (su pata de la infancia) y de eso que nos hace personas, Hernán Casciari, escritor argentino, radicado en España, se inventó un nuevo barrio. Se agenció una nueva legión de patas que seguían por Internet las delirantes historias que escribía desde su blog Orsai. Y así, a punta de regalar al mundo historias graciosas, tristes, hilarantes, angustiantes fue acumulando seguidores, ‘likes’, comentarios y creando una suerte de culto por la buena lectura en las redes que le ha valido tener algo así como un millón de amigos que lo leen. Que compran sus publicaciones. Que las reparten. Que asisten a sus talleres de escritura en el mundo. Que se bajan sus historias de Internet. Y que se entusiasman con casi cualquier proyecto que anuncie el gordo.
Hernán Casciari es hoy en día un escritor independiente que hace uso de Internet para llegar a su público sin intermediarios y para vender cada una de las magníficas publicaciones que salen de su editorial. Es una suerte de genio que no se la cree y que anda siempre con camisas demasiado grandes, pantalones demasiado sueltos y puchos, demasiados puchos, en la boca. Pero sobre todo es un tipo simple que sabe que hoy podemos ser una sociedad más libre. Que la tecnología está en nuestras manos para consumir lo que nos da la gana, cuando nos da la gana, como nos da la gana.
Hernán Casciari es un escritor gordo al que le gusta compartir. Léalo (editorialorsai.com). Después me lo agradece.