En muchos pueblos pequeños de Europa existen dos tipos de plazas, las de las estatuas flacas y las de estatuas gordas. Las primeras lo son porque cada año las mantienen lijándolas, mientras las segundas lo son porque acostumbran pintarlas. Algo parecido ocurre con las opiniones de empresarios y líderes sobre la situación económica del país, pues algunos escogen ver siempre el lado flaco del panorama y otros el lado más positivo del mismo.
Por ejemplo, ante los datos del magro crecimiento peruano en junio y julio algunos comentaristas y empresarios se inclinan a resaltar lo mal que está la economía y todo lo que hemos perdido con ello. Mencionan muchas causas, como la baja del precio mundial del oro, e insisten en que eso podía haberse remediado si se hubiera facilitado la inversión minera. De la misma forma señalan que el clima del mar nos jugó una mala pesada haciendo disminuir la pesca de anchoveta, pero que el problema hubiera sido menor si se hubieran dado autorizaciones de pesca más adecuadas.
No es que no tengan razón en sus análisis, que de manera general se basan en datos ciertos, y no dejan de tener razón cuando le echan la culpa al Gobierno, que debió darse cuenta de ello y reaccionar antes. Pero los que los pinta de cuerpo entero (o más bien los despinta si hablamos de estatuas flacas) es su posición crítica casi permanente y sin propuestas ante lo que está pasando, oyéndoseles más bien con frecuencia decir ¡ya te lo había advertido!
Por otro lado, encontramos a los empresarios y líderes de opinión que miran esas mismas cifras de bajo crecimiento y las analizan en su dimensión coyuntural. Fue –dicen ellos– la tormenta perfecta, pues se juntaron la caída del precio del oro, un amago de Fenómeno de El Niño, una disminución de la inversión en regiones por la lucha contra la corrupción y varios etcéteras, incluido por cierto el Mundial de Fútbol, que disminuyó la demanda en ‘retail’ y ofreció diversión durante un mes. Cada partido empatado y luego definido en penales disminuía unas centésimas el PBI.
Pero estos mismos, los empresarios y comentaristas del lado de las estatuas gordas dicen que el que no haya una sola gran causa del problema indica que no se trata de una crisis estructural en el país. Ellos siguen los datos de los analistas económicos serios que, casi en mayoría, muestran datos de inversiones ya seguras en lo que queda del año y en los dos que vienen, que aseguran crecimientos remarcables. Los proyectos mineros que están terminando de instalarse y que empezarán a producir pronto, la puesta en ejecución de proyectos estatales ya comprometidos y temas similares los ponen en alerta para prepararse a aprovechar el crecimiento que se viene. Ellos ven a las noticias económicas de junio y julio, las peores de los últimos tiempos, como algo que ya tocó fondo y que empezamos nuevamente a crecer. Como noticias de un periódico de ayer.
Nos toca ahora a los peruanos, sobre todo a los empresarios que deben hacer sus planes de inversión en los próximos meses, elegir si queremos ver estatuas gordas o estatuas flacas. Yo sé que las gordas no son necesariamente más estéticas, pero sí sé que, de tanto lijar a las flacas, podemos quedarnos sin estatuas.