Desaprobación de Luis Castañeda llegó al 65%, según GFK
Desaprobación de Luis Castañeda llegó al 65%, según GFK
Marco Sifuentes

Hay un dato que debería ser sencillamente devastador para la actual gestión “solidaria” de la : va peor que Susana Villarán.

Efectivamente, en mayo del 2013, cuando la gestión de Villarán ya llevaba 2 años y 5 meses, su popularidad estaba en 35%. En mayo de este año, cuando la alcaldía de lleva exactamente lo mismo, su aprobación cae a 31%. No solo eso: si comparamos desaprobaciones, Villarán, a estas alturas de su gestión, se había estabilizado en un 60% de rechazo. Castañeda ha alcanzado el 65% de impopularidad. Y viene subiendo.

¿Qué es lo que está pasando? Si bien ambas administraciones han sido improvisadas y desastrosas para la ciudad, llama la atención que le vaya peor a Castañeda, que no tiene la campaña sistemática en contra que sufrió la gestión de izquierda desde el primer día. No hay una amenaza de revocatoria en su contra; al contrario, tiene el apoyo de los líderes cristianos y los empresarios de transporte que impulsaron aquella. El nivel de fiscalización de los medios es el mismo; alguien diría que incluso es menor con Castañeda, que conserva a varios periodistas lambiscones en destacadas columnas y cabinas de radio, amén de sus sempiternas y siempre complacientes microondas. Es muy impopular en las redes sociales, pero eso está equilibrado con un ejército de troles –a todas luces coordinado– que se dedica a demoler a todo aquel que cuestione alguna de las pintorescas metidas de pata del municipio.

Y vaya que son pintorescas. Desde la patética cortinita que intentó tapar una rajadura en el ‘by-pass’ más caro de nuestra historia (70 millones que se están yendo, literalmente, al agua) hasta el mermeleo de un diario que nadie lee para intentar tapar las negociaciones bajo la mesa con OAS, la investigada constructora brasileña que construyó ese mismo ‘by-pass’. Esto, sin contar los paraderos construidos detrás de rejas o sobre acequias ni la inolvidable funcionaria municipal a la que obligaron a trotar hacia atrás ante las cámaras de televisión en el inservible y ya derruido malecón de la Costa Verde.

Desde un punto de vista estratégico, Castañeda ha cometido el mismo error que Fujimori: está pagando el precio de su tercera elección. Si Fujimori se hubiese ido tranquilamente en el 2000, no habría cometido la cadena de errores que terminaron llevándolo al desprestigio y la prisión. No se habrían borrado los crímenes que cometió, sobre todo, en su primer gobierno, por supuesto, pero los podría haber enfrentado políticamente en mejor forma (y, quizás, con mejor destino). Lo mismo le está pasando a Castañeda, cuyas continuas torpezas están desgastando todo el capital político astutamente acumulado en sus dos primeras gestiones (y en la comparación con el desastre Villarán).

¿Para esto buscó su tercera gestión? ¿Para esto arrastró a la capital del país a un proceso revocatorio y luego se dedicó a llenarla de cemento? ¿Para estropear hasta su recuerdo? A estas alturas, todo amerita una intervención a fondo en las cuentas y manejo de la Municipalidad Metropolitana. Ojalá tuviéramos una .