El borrado del mural shipibo-conibo ocurrido en San Isidro no es un hecho particular producto de una decisión desafortunada de la autoridad local, sino que forma parte de una serie de factores que evidencian la vulnerabilidad de nuestra cultura.
El ‘baguazo’ demostró, para los incrédulos, que las comunidades originarias y amazónicas no están integradas al proyecto nacional. Más aún, si miramos qué políticas y acciones concretas se han tomado desde entonces, no encontramos respuestas. No ha habido caminos para esta integración, bajo la lógica de un proyecto de desarrollo que signifique para ellos realmente desarrollo humano, respetando su historia.
Sin embargo, si pensamos geográficamente en la extensión del espacio amazónico, comprenderemos que su población y comunidades son una parte fundamental del presente y futuro nacional, pues se extienden como aliados y guardianes de la naturaleza, enfrentando en desventaja al extractivismo, la contaminación y el centralismo. Hoy, además, sufren la embestida de la pandemia, que camina sobre desigualdades e injusticias de siglos.
Una acción indispensable para acoger a las comunidades amazónicas es entender su cultura y su arte. Cada lenguaje artístico shipibo-conibo, huitoto, awajún y otros, son depositarios de las memorias e identidades de estos pueblos originarios. A raíz de ello, los creadores pertenecientes a estas comunidades, muchos de los cuales han migrado a Lima, vienen recurriendo a la venta de sus obras artísticas como mecanismo de supervivencia, lo cual merece el apoyo de todos sin ninguna duda.
Es urgente que el Gobierno tome medidas para la protección y el desarrollo apropiado de este legado y riqueza amazónica, dado su estado de alta vulnerabilidad. De lo contrario, si únicamente se deja que iniciativas individuales o medidas de emergencia funcionen como disparadores de venta de su arte, corremos el peligro de reducir su enorme potencialidad identitaria a una lógica mercantil de derechos, en la cual la compra y venta es la pretendida manera de incorporar a nuestros compatriotas de la selva a la ciudadanía plena.
El sistema económico rápidamente subordinará los legados y contenidos de nuestras artes originarias y las reducirá a un nuevo extractivismo, no solo de los recursos naturales y minerales de sus tierras, sino también de sus contenidos culturales y espirituales. Es decir, un ‘apropiacionismo’ y extractivismo cultural. El aparato económico sin políticas nacionales claras puede resultar avasallante y desnaturalizado, algo que saben bien quienes son proveedores de algún rubro.
Por el contrario, es urgente mirar a sus artistas y sus expresiones culturales como resultado de sus propias lógicas de creación y circulación, así como a los procesos que les han dado sentido por siglos. Para ello es imprescindible considerar las normativas y acuerdos internacionales en materia de patrimonio cultural.