De tanto repetirse en las redes, sobre todo por fujimoristas ‘trolleando’ a sus enemigos, preguntar por las razones del odio se convirtió en letanía. Luego, en broma naif: ¿Por qué tanto odio, ah?
Pero, a 17 años de su caída, 12 de su encierro y una semana de su indulto; hay que tratar de responder, muy en serio, al porqué de la radical animadversión del espectro llamado caviar hacia Fujimori, tan radical que ni siquiera hace distingos entre Alberto y Keiko.
La primera respuesta es odias más a quien disputa –y gana– tu espacio de afirmación política que a tu extremo ideológico opuesto. O sea, a la izquierda le repele el fujimorismo más que, digamos, el PPC. Fujimori le quitó pueblo a las izquierdas con un populismo de acción directa que destrozó sindicatos y toda forma de organización socialista.
Hasta ahí la simple ojeriza al competidor que te atrasa. A esa razón hay que sumar otras más complejas, distintas a la repulsa que provoca el autoritarismo corrupto que ejerció el ‘Chino’ al disolver el Congreso, reelegirse en 1995 e intentar re-reelegirse en el 2000 comprando medios y conciencias. Esos delitos de autoridad, siendo los más tenebrosos los crímenes del grupo Colina, estuvieron dirigidos a víctimas distantes del sector que hoy más lo rechaza.
Pero atrasar a la izquierda, ser autoritario y corrupto no son suficientes razones para haber levantado un muro de repulsión si se respetaron las garantías básicas de la población. Para poner un ejemplo de lo que quiero decir: Fujimori no hizo lo que hizo Pinochet a su élite progresista, y los chilenos no están tan bronqueados entre ellos.
La respuesta, y de paso la clave para entender por dónde bregar en pro de la reconciliación, es que el fujimorismo, tanto en su fase Alberto como en su fase Keiko, puso en la palestra a un nuevo sector político, de Lima y regiones, con historias, lealtades, modales y valores distintos a la política y la academia tradicional. En algunos casos, su emprendedurismo informal y pragmático los llevó a usar la política para tratos oscuros. Esas son diferencias irreconciliables no solo con sus enemigos políticos, sino con la justicia.
Pero, en otros casos, hay mera bronca atravesada por los ascos y resentimientos sociales del Perú. Otra placa tectónica que choca con las otras es la bronca entre liberales y conservadores. Hay una nueva burguesía, limeña y provinciana, que reclama respeto y prerrogativas a través de Fuerza Popular. Y también hay resentidos entre los resentidos, como algunos de los leales a Kenji molestos con Becerril, Salgado, Salaverry, Letona o Torres.
PPK ha dado el indulto de tal manera que nos distancia más; pero, a pesar de él, tenemos que entendernos.