Si se quiere asistir a una clase maestra, precisa e ilustrativa, sobre el funcionamiento de la mente humana hay que ver Inside Out (“Intensa Mente”, 2015). Con su habitual diligencia, los cineastas de Pixar contactaron con los investigadores a la vanguardia en el campo de la psicología de las emociones, de la Universidad de California, para asegurarse que su representación sea lo más fiel a los procesos que se desarrollan, de verdad, en nuestro cerebro.
Hay una escena de esa película que explica muchos de los comportamientos que se ven en estos días. La protagonista se sube al tren del pensamiento, se tropieza y derrama los contenidos de dos cajas, mezclándolos. “Oh, no”, dice, “todo esto se parece”. “No te preocupes”, le responde otro personaje, mientras devuelve el contenido a las dos cajas, sin fijarse si realmente el contenido corresponde a la etiqueta. “Esto pasa todo el tiempo”. Las cajas están etiquetadas como “Hechos” y “Opiniones”.
Este domingo se cumplen cinco años del inicio de una etapa de histeria colectiva en la que todos los peruanos, especialmente los pertenecientes a cierta clase social, confundieron no solo opiniones con hechos sino con los contenidos de otras cajas: miedos y deseos. Ese 20 de marzo la encuesta de Datum confirmó lo que los analistas más despasionados habían previsto (y que los opinólogos más ideologizados se habían negado a considerar): Ollanta Humala pasaría a la segunda vuelta del 2011.
La paranoia se desató: los medios auguraron la implantación del velasquismo del siglo XXI, del chavismo andino, una dictadura afín a Sendero. La Confiep lanzó avisos sobre el terror inminente. La SNRTV, tirando por la borda toda pretensión de imparcialidad, lanzó un spot en defensa de “la libertad de trabajo y empresa” que, evidentemente, se acabarían si no ganaba Keiko. El pánico era real: una empresa distribuyó un video “didáctico”, lleno de naranja, entre sus impulsadoras. Un columnista grabó un video suplicándole a sus lectores que voten por el fujimorismo o sería el fin. Una “investigación” demostró que detrás de la estrategia del “camaleón” Humala se encontraba el mismísimo Fidel Castro, que lavaría nuestros desvalidos cerebros a punta de médicos cubanos. En televisión nacional, se aseguró que el Estado humalista se llevaría a los niños “como en Venezuela”.
¿Ya se habían olvidado de todo esto? Y hubo mucho más. No se preocupen, a partir de este domingo, todos los días, nuestras cuentas de Facebook nos lo restregarán en la cara. Si desactivaron la opción de “recuerdos”, vuélvanla a activar. Allí se toparán con las horribles personas en las que nos convertimos todos entre marzo y junio del 2011. Cada día, al amanecer, revisen los paranoicos estados, las mentiras ahora evidentes y las profecías fallidas que todos nos encargamos de distribuir entre nuestros contactos. Si sienten vergüenza, está bien: es síntoma de salud mental.
El gobierno de Humala resultó de una poquedad y medianía absolutamente opuesta al monstruo totalitario que nos dijeron, dijimos y creímos que sería. Corrupto y caótico, sí, pero ya se va. Sobrevivimos a algo que no se pareció en nada a las profecías histéricas. Recuérdenlo mientras, en estos días –gracias a Facebook–, nos veamos intensamente confrontados con nosotros mismos. A ver si con estos humillantes recordatorios diarios aprendemos algo del inútil y vergonzoso pánico del 2011.