(Foto: Archivo El Comercio)
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Fernando Vivas

No son de izquierda como antes. No postulan ni la teología de la liberación ni la opción preferencial por los pobres. Esa rebeldía de raigambre marxista fue llamada a disciplina, evolucionó y fue asimilada por el Vaticano. Nuestro nuevo arzobispo de Lima, Carlos Castillo, es discípulo de Gustavo Gutiérrez, el padre de esa corriente. (Disclaimer: gracias a esa teología escapé al ateísmo y me considero un católico cultural. No sigo liturgias ni acato mandatos imperativos, pero el catolicismo es un referente de mi fe y puedo hablar de él sin sentirme un irreverente).

La Iglesia rebelde ya no es de izquierda sino de derecha, y más indisciplinada de lo que la otra Iglesia alguna vez fue. Que el cardenal Juan Luis Cipriani mantenga el programa de radio que RPP le dio por razones que presumo más institucionales que personales, puede ser la anecdótica impertinencia de alguien que se demora en decir adiós.

Lo grave es que el cardenal Cipriani diga en su programa del último sábado cosas como esta: “Un juez ha dicho que Dios se equivocó [...] Dios no es vengativo, pero Dios no pierde batallas”. Se refería a la sentencia del juez Jorge Ramírez que ordena al Reniec registrar el matrimonio celebrado en EE.UU. entre Susel Paredes y Gracia Aljovín.

En la calle, en la política y en la Iglesia, ese fraseo suena a una amenaza violenta. Sabemos bien que el Vaticano aún no acepta el matrimonio igualitario y ha planteado su oposición en cada país en el que ese derecho se ha conquistado, pero no ha alentado actitudes levantiscas. La Conferencia Episcopal Peruana (CEP) y Castillo debieran pronunciarse en los términos prudentes con los que el Vaticano toca estos asuntos.

Otra señal de rebeldía frente al Vaticano es la campaña emprendida por el obispo de Piura, el prominente sodálite José Antonio Eguren, contra mis colegas Paola Ugaz y Pedro Salinas. Eguren está en su derecho a pelear por su honor si las denuncias de Paola y Pedro sobre los abusos y negocios del Sodalicio lo comprometen más allá de lo que él quiere asumir; pero hacerlo a través de querellas de difamación en Piura, donde maneja resortes de poder asociados a su cargo, ¡vamos, eso es zurrarse en el compromiso del Vaticano y de Francisco de investigar y castigar la pedofilia! Es obvio que, alentando a Eguren, hay quienes quieren reprimir a periodistas que investigan abusos clericales.

Si continúan estas señales de abierta oposición a la línea del Vaticano, esta Iglesia rebelde podría protagonizar un cisma y aproximarse, más de lo que ya está, a esos fundamentalismos evangélicos que satanizan el enfoque de género. Por cierto, la tradición docente de la Iglesia, aunque conservadora, no llega a tanto atavismo.