Resulta tentador recurrir al sentido común más básico para explicar la victoria de lo que es el equivalente gringo de nuestra DBA (lo de bruto y achorado es más aplicable que nunca). Antes de opinar, veamos algunos números que no han sido difundidos lo suficiente.
Primero, los datos demuestran que se trata más de una derrota de Hillary que de una victoria de Trump. El próximo presidente de Estados Unidos ha ganado con 59,85 millones de votos. Esto es menos de lo que obtuvieron sus predecesores republicanos, McCain y Romney, en las elecciones que perdieron. Efectivamente, en sus campañas contra Obama en el 2008 y el 2012, obtuvieron 59,94 y 60,93 millones de votos, respectivamente. De hecho, el porcentaje de votantes se ha reducido: 62,2% en el 2008; 58,6% en el 2012, y 56,9% en esta elección.
Es más, Trump ha ganado en estados que antes votaron abrumadoramente por Obama. Esto se parece a lo que pasó en nuestra elección hace poco: en buena parte de nuestro país (salvo en el combativo sur), el voto humalista del 2011 se volvió fujimorista este año. Humala y Obama, en su momento, prometieron el cambio (recuerden el icónico póster de Obama dibujado en rojo y azul, con la palabra ‘Change’, del 2008). Pero el cambio no llegó ni aquí ni allá.
Digamos que PPK estaba destinado a ser nuestra Hillary: un mal candidato, profundamente identificado con el sistema y el statu quo. De hecho, si nosotros tuviéramos el peculiar sistema gringo de ‘colleges’ electorales (en el que un puñado de estados es el que realmente decide la elección), hubiera perdido. O, por ponerlo de otra forma, si EE.UU. tuviera nuestro sistema electoral, Clinton sería presidenta. Ella superó a Trump por 336 mil votos. Si tenemos en cuenta la cantidad de población norteamericana, es nada (como la ventaja que obtuvo PPK sobre Keiko hace algunos meses).
Hay una particularidad: esta vez no se puede aplicar la famosa frase de Bill Clinton “It’s the economy, stupid!”. De hecho, los únicos sectores en los que Clinton ha ganado (con ventajas de 8 o 9 puntos) es en las familias que viven con menos de 50 mil dólares al año. Tiene sentido: en esos sectores la mayoría pertenece a la población latina o negra. En los sectores más altos (más de 100 mil dólares al año) ha habido un empate técnico, con una ligerísima tendencia hacia Trump (2 puntos). Solo en el medio de este sánguche –la gran clase media baja norteamericana (31% de los votos)– Trump obtiene una ventaja más o menos clara de 4 puntos.
Pero aquí aparece otra similitud con el Perú. Así como pasó con Keiko, Trump ha triunfado en los sectores con menor acceso a la educación: 51% en los “high school or less” y 52% en los “some college education” (a diferencia del 49% de Clinton en los “college graduate” y el abrumador 58% en los “postgraduate education”).
¿Qué significa todo esto? La próxima semana seguimos.