Para quienes hemos seguido a distancia el Festival de Cine de Cannes –que termina hoy–, la cantidad de títulos interesantes de este año ha sido abrumadora. Pero entre los Kaurismaki, Ceylan, Koreeda, Erice, etc., es inevitable no generarse enorme expectativa por la nueva película de Martin Scorsese, “Killers of the Flower Moon”. Por el momento, hay que conformarse con disfrutar de su primer tráiler y de los muy buenos comentarios de los que ya pudieron verla, mientras esperamos su estreno en salas locales, ya confirmado para octubre.
Lo que sí tenemos a la mano es el libro en el que se inspira el filme. Editado en español por Random House, lleva el título de “Los asesinos de la luna”. Lo escribió el periodista de la revista “The New Yorker” David Grann y se inscribe en el género del ‘true crime’. La historia es tan hipnótica como escalofriante: el relato extenso y detallado de cómo en los años 20 del siglo pasado, la comunidad de indios osage en Oklahoma –millonaria gracias al petróleo encontrado bajo sus tierras– fue víctima de múltiples asesinatos en serie para tratar de menoscabar su dinero. Un reinado del terror que estuvo marcado por la sangre y las balas, el miedo y las bombas, la traición y el envenenamiento.
En la tradición periodística y literaria de Truman Capote, el trabajo de Grann combina la obsesión detectivesca por las fuentes y el dato preciso con una maestría narrativa con la que es difícil no engancharse. Al mismo tiempo, mientras uno lee el libro comprende por qué fascinó a Scorsese al punto de elegir adaptarlo. Aquí están casi todos los temas que han marcado su filmografía: la violencia mafiosa, la mística religiosa, la avaricia, los dilemas familiares, el lado más oscuro de la épica estadounidense. Y también ciertos personajes particulares –que oscilan entre la megalomanía y la vulnerabilidad– como los que encarnan Robert De Niro y Leonardo DiCaprio, dos actores fetiche del director de “Toro salvaje” que por primera vez reúne en una de sus películas.
En una reciente entrevista con “Deadline”, Scorsese declaró: “El mundo entero se me ha abierto, pero es demasiado tarde. Estoy viejo. Leo cosas, veo cosas, quiero contar historias y no hay más tiempo”. A sus 80 años, el cineasta estadounidense que nos regaló obras como “Taxi driver”, “Goodfellas” o “El irlandés” siente que el reloj y el calendario son el principal obstáculo para sus inquietudes creativas. Y cómo lo lamentamos. Porque el cine de hoy podrá ser muy rico y diverso, pero queda la sensación de que ya no hay demasiados directores como él. Que una estirpe está llegando a su fin. Y puede que “Killers of the Flower Moon” sea nuestro último consuelo.