Rolando Arellano C.

En este es bueno recordar que la de nuestros trabajadores, menor a la de los países desarrollados, debe mejorar. Para lograrlo es conveniente entender correctamente su magnitud y sus causas.

¿Es cierto que si Hans, un obrero alemán, construye en un mes una casa que vale 800.000 euros, su productividad es ocho veces mayor que la de Juan, un obrero peruano que se demora dos meses en construir una casa de 200.000 euros? No necesariamente, pues es probable que la diferencia en el costo de vida haga que la casa de 200.000 euros que Juan construyó aquí valga 800.000 euros en Alemania.

¿Pero, entonces, Hans es dos veces más productivo que Juan, pues se demoró la mitad en construir la misma casa? En parte sí, pero Hans recibió un salario cuatro veces mayor (3.200 euros vs. 750 euros por mes) y muchas más herramientas que su colega latino. Mientras Hans hacía zanjas con una pala mecánica y transportaba el cemento en un tractor especial, Juan, ganando mucho menos, debía hacerlo con un pico, una lampa y sus hombros. Hans produjo el doble, pero su trabajo costó muchísimo más que el de nuestro esforzado Juan.

¿La diferencia se agranda quizás porque Hans es mucho más esforzado que Juan? Aunque algún complejo nos haga pensarlo así, la realidad es inversa, pues los datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) muestran que un obrero alemán trabaja cerca de 1.500 horas por año, mientras que uno latinoamericano sobrepasa las 2.000. Eso sin contar las tres horas diarias que pasa en la combi para ir y venir de su trabajo.

¿Y algún otro aspecto explica la diferencia? Sí, además de la falta de estándares y protocolos de obra que hacen más práctico construir, la gran diferencia está en el nivel de capacitación que ambos tienen. Mientras el obrero alemán recibe formación especializada para interpretar planos, utilizar herramientas complejas y, en general, construir de manera eficiente, nuestro obrero generalmente aprende su oficio de a pocos, con la experiencia del día a día. Y, si bien les sirve mucho su ingenio para suplir su falta de teoría, a muchos de ellos el título de “maestro de obra” les queda grande.

En fin, en este Día del Trabajo, aunque las cifras magnifiquen el problema, debe quedarnos claro que es muy importante para el país que elevemos nuestra productividad. Para ello, además de desarrollar normas que uniformicen sus tareas y proveerles herramientas que faciliten su trabajo, es fundamental estimular la capacitación técnica de los trabajadores, esa que los alemanes hacen tan bien, y que aquí es tan poco valorada. Todo ello, aprovechando que tenemos el mejor de los atributos para lograrlo, millones de personas sumamente trabajadoras. Feliz Día del Trabajo.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Rolando Arellano C. es CEO de Arellano Consultoría para Crecer