Lo que hoy ocurre en el Perú no por simple es menos ridículo: podemos organizar impecablemente una cumbre de líderes mundiales, pero no somos capaces de garantizar la seguridad más elemental en cines y discotecas. Ese es el país que se considera camino al desarrollo y merecedor de todos los elogios, pero donde sus autoridades –sobre todo políticas– están lejos de cumplir sus funciones básicas. Y hace rato que venimos tocando fondo.
La tragedia en Larcomar nos explota en la cara: no aprendimos nada de Utopía, no aprendimos nada de Mesa Redonda. Es decir, no aprendimos ni ricos ni pobres. Y quienes tienen a su cargo nuestra seguridad pública solo atinan a mirarse entre sí esperando a que la noticia pase, que estalle algún nuevo escándalo que nos haga mirar hacia otro lado. “El Perú parece un país bananero”, se repite en las últimas horas. ¡Mentira! En una república bananera todo está muy bien organizado. Todo fluye, al menos, para producir plátanos. Aquí ni eso.
Necio es quien persiste en sus propios errores. Y necios fuimos todos al permitir que el centro comercial más visitado del país funcionara durante casi dos décadas sin las más elementales medidas de seguridad. Los bomberos así lo confirman, no solo los voceros de los cines UVK (donde fallecieron cuatro trabajadores) al reconocer que no contaban con aspersores de agua porque la ley que así lo exigía “no era aplicable” a ellos. Curiosa y criminal interpretación de las normas. Íbamos al cine en un ‘Chosicano’ y ni lo sospechábamos.
Como tampoco actuamos en estos días de calles ocupadas por comerciantes y ferias navideñas que cierran a su alrededor todas las vías de escape posibles ante una emergencia, azuzados por autoridades que les cobran cupos para permitirles operar. Un gran negociado y trampa mortal que se repite año tras año sin que nadie haga nada. “Ya lloraremos los muertos, por ahora pague con sencillo”, parece ser el eslogan de alcaldes, regidores y hasta sus familiares, como se reveló es el caso del burgomaestre de La Victoria y las andanzas de uno de sus hijos en esa bomba de tiempo llamada emporio comercial de Gamarra.
La cumbre APEC es la evidencia de que para ceñirnos al protocolo y conseguir un ‘selfie’ con Obama o Zuckerberg somos campeones, pero no para hacer cumplir la ley. Es al gobierno a quien le toca tomar la iniciativa y liderar un cambio. Toda autoridad se cruzará de brazos mientras las acciones no provengan del más alto nivel. ¿Cuál es el camino a seguir? ¿No debería ir alguien preso ante tanta negligencia? El primer ministro Fernando Zavala tiene la palabra.