Llegará el momento en el que científicos y médicos epidemiólogos nos dirán si el gobierno de Martín Vizcarra está tomando las medidas de contención necesarias para enfrentar la pandemia del coronavirus. Pero lo que sí podemos proyectar desde aquí es un derrotero político a partir de la situación que viene sacudiendo al Perú y al mundo. Los costos económicos y sociales serán altísimos, ¿podremos extraer alguna lección urgente de todo esto?
Sin duda. Nuestro país no puede seguir librado al azar ante la eventual llegada de epidemias y catástrofes naturales. Es momento de exigir de nuestras autoridades –tanto de Vizcarra como de quienes lo sucedan– una estrategia integral de prevención, contención y socorro efectivo ante desastres. Los terremotos de Chile en el 2010 (8,8 de magnitud y más de dos millones de damnificados) y Ecuador en el 2016 (7,8, su mayor tragedia en 60 años) son prueba de que no tenemos tiempo que perder (¿seguiremos pensando que “Dios es peruano” acaso?). Sea una pandemia como hoy o un cataclismo natural, debemos estar prevenidos de forma concienzuda y planificada. Hoy las autoridades trabajan, pero no con la intensidad suficiente.
Veamos solo un tema vital: el suministro de agua potable segura. Hoy que las autoridades médicas y políticas nos exhortan a lavarnos las manos con agua y jabón, solo el 50% de la población tiene acceso seguro (es decir, las 24 horas y libre de contaminación) a este recurso. La exministra de Educación Flor Pablo acaba de reconocer que “solo cuatro de cada diez escuelas cuentan con servicios completos”. Es decir, mientras usted lee estas líneas, desatendemos al 60% de nuestros niños y adolescentes en todo el país. ¿Podemos seguir tan tranquilos? Y eso que no hablamos de los millones de familias que carecen del suministro todos los días. Qué ocurriría con ellas en el caso de un gran terremoto, ¿carpitas y más “kits” de limpieza? Hoy el COVID-19 es solo la drástica advertencia de una crisis mayor.
Por eso nos toca exigir que la emergencia decretada desde esta semana no sea una más de las “emergencias” que han caracterizado al Estado Peruano en las últimas décadas: aquellas que crean las condiciones de urgencia para comprar más rápido y –cómo no– más caro. A nuestros políticos solo les queda cambiar el chip cuanto antes y trabajar de manera planificada pensando en que lo peor aún está por venir. ¿Acciones concretas? El Ejecutivo debe designar un equipo de profesionales a cargo del diseño de una estrategia y el Congreso una comisión ad hoc, capaces de trabajar de manera coordinada. Necesitamos avances concretos. No hay más tiempo que perder.