La precariedad es la gran enemiga de Lima. El 70 por ciento de sus casas es vulnerable a un terremoto.  [Foto: Alessandro Currarino]
La precariedad es la gran enemiga de Lima. El 70 por ciento de sus casas es vulnerable a un terremoto. [Foto: Alessandro Currarino]
Rolando Arellano C.

A unos días de la celebración del aniversario 484 de la ciudad, conviene ver a Lima con ojos de esperanza. Con esos mismos ojos de la mayoría de sus diez millones de habitantes.

Ciertamente, Lima en el 2019 no es una ciudad amable. Por su tráfico, por las grandes distancias que se deben recorrer para trabajar o estudiar, y por la invisibilidad que da ser uno entre tantos millones de personas. Tampoco es una ciudad con un gran clima, pues la humedad y la contaminación agravan su situación de ciudad en medio del desierto. Y no es una ciudad bonita, porque no tiene parques ni jardines, y por las miles de casas con ladrillos y techos sin terminar.

Pero frente a esa descripción de lo que no tiene de bueno, es importante señalar qué da esta ciudad en contraparte. Y para ello es importante sobre todo entender que esta Lima que conquistaron los provincianos en los últimos 40 años a fuerza de trabajo y gran esfuerzo es el lugar donde han podido conseguir ese bienestar que no les podía dar el campo o la pequeña ciudad.

Habría entonces que preguntarles a los millones de Chávez y Quispes limeños si la antigua Ciudad de los Reyes es la ciudad de gentes detestables que algunos dicen, o si más bien es la de sus familias, la de sus padres y abuelos, la de sus negocios, la de su casa propia y la de las universidades donde cumplirán su sueño de tener hijos profesionales. Y habría que pedir también la opinión a los que habitan en provincias, si sienten por esta ciudad rechazo como señalan unos, o si más bien quisieran también ellos tener la oportunidad de vivir aquí: en la capital donde todos tienen un hijo, un tío o un primo cercano y querido.

Y quienes dicen que los limeños no tienen identidad, tienen razón; pero no porque le falte una, sino porque aquí se está construyendo la identidad de la nueva nación peruana. Es aquí en Lima que hemos visto surgir la famosa cocina peruana actual, al unirse los sabores y los ingredientes de todas las regiones del Perú. Y es aquí donde surge la nueva música nacional, a partir de la chicha, esa mezcla de cumbia, salsa, huayno y pandilla, de costa sierra y selva. Y en Lima surge esa nueva gráfica artística de colores brillantes que hoy identifica al Perú afuera. Y aquí también, en Lima, se unen el serrano, el costeño, el moreno y el blanco en ese equipo de fútbol que nos hace tener tanta esperanza.

¿Que somos chismosos, indisciplinados o poco solidarios? Tal vez, ¿pero hay pruebas de que lo somos más que otros pueblos? ¿Que es Lima horrible? Tal vez para algunos, como Sebastián Salazar Bondy lo decía hace 50 años, pero con seguridad no lo es para la mayoría, que aquí encontró la esperanza de un mejor futuro.