Hay que cuidar lo único que fluye en el Perú y se adapta a las circunstancias; lo único previsor, proactivo y que mira al corto y al largo plazo: la inmunización. Frente al miedo al incremento de contagios por fiestas y la expansión de la variante ómicron, ¡zas!, tercera dosis a los tres meses. Que se proteja quien quiera sin esperar las prioridades calendarias, y los que no quieren vacunarse que enfrenten restricciones que podrían –y deberían– llegar hasta su desempleo y muerte civil.
O sea, algo del liberalismo anti-COVID-19 –que se vacune primero quien le dé la gana– con algo del socialismo anti-COVID-19: restricciones drásticas para minimizar el volumen e impacto negativo de los antivacunas. Algo del modelo liberal gringo y europeo, con fronteras abiertas, pruebas y aforos para facilitar la reactivación económica; y algo del autoritarismo asiático y de sus limitaciones al movimiento, pero sin la logística de su sofisticado y eficaz modelo de vigilancia digital.
En medio de las calamidades de la confrontación política, quizá tengamos que agradecer que la fanática campaña contra la vacuna china Sinopharm llevó al gobierno de Sagasti a extremar sus esfuerzos por comprar Pfizer. Ahora que hay estudios en la propia China que ponen en cuestión la eficacia de Sinopharm ante ómicron, esta ya no se usa y –según ha informado el Minsa– la mayor parte de los refuerzos o ‘boosters’ son con Pfizer (y en mucha menor medida con AstraZeneca).
Dije que la inmunización funciona bien, pero no la lucha contra la pandemia en toda su integridad. El principal escollo es la casi imposibilidad de ‘cuarentenar’ y bonificar al elefantiásico sector informal. Vizcarra pretendió hacerlo y nos estrelló en el intento: tuvimos contracción económica severa y mortalidad aún más severa. Algo hemos aprendido de la tragedia, pero no lo suficiente. No vamos a ‘cuarentenar’ lo que no se puede, salvo disponer toques de queda y disuasiones a reuniones masivas (el toque previsto para Navidad y Año Nuevo a las 11 p.m. es lo más antipático y discutible en el lote de medidas).
Volviendo a la inmunización, al menos ya dimos los primeros pasos en la política de restricciones. Y hay que fortalecerla sin miedo y con campañas de persuasión. Por ejemplo, hay que exponer los casos de quienes tuvieron que vacunarse porque no podían acceder a su empleo o a un servicio. Una sugerencia: simplifiquen el acceso online al carné de vacunación omitiendo la fecha de nacimiento y de emisión. Así se puede identificar a los omisos con mayor facilidad y arrinconarlos, hacerles ‘bullying’ en nombre de la salud del prójimo. Al menos en vacunas se hace lo que se puede; en el promedio del Gobierno, se hace lo que no se debe.
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