Recientemente se ha vuelto a hablar mucho sobre la informalidad, mostrando una serie de percepciones erradas sobre la naturaleza de los informales, que conviene aclarar para enfrentar mejor sus muchos defectos. Veamos.
1. Son los más pobres de los pobres. Ciertamente hay más informalidad entre los pobres que entre los ricos, pero aquella no es exclusiva de la pobreza. Los joyeros que venden sin factura o los dentistas que no dan recibo son tan informales como el ambulante que vende jugo de maca. Más aún, un gran porcentaje de informales independientes tiene ingresos mayores que sus pares con trabajo formal.
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2. Son prófugos de la formalidad. En realidad, la mayoría de informales no decidieron salirse de la formalidad para aprovechar las ventajas de estar fuera de la ley. Ellos nunca entraron en la formalidad porque sus reglas son muy onerosas para el tamaño y recursos de sus empresas. Tener una enfermera de planta es imposible para un pequeño restaurante.
3. No pagan impuestos. Sin duda, su mayor defecto es que no pagan todos los impuestos que deberían –en especial el de la renta–, aunque sí pagan IGV en muchas compras, como la gasolina para la combi o las galletas para la familia. Pero ser informal tiene ‘impuestos’ informales, como las coimas a los policías municipales, el decomiso eventual de sus mercaderías y, sobre todo, el costo usurero de los préstamos que reciben.
4. El COVID-19 ha mostrado su vulnerabilidad. Ciertamente, la pandemia los ha debilitado, pero no porque perdieran sus casas o sus camiones, como en el fenómeno de El Niño costero o en terremotos, sino porque su fuente de ingresos se paró intempestivamente. Al no tener ahorros líquidos (todo lo invertían en bienes o mercaderías) ni acceso al sistema bancario, se quedaron sin medios para solventar su día a día. Este paro de ingresos, más que la pobreza, fue lo que los obligó a salir durante la cuarentena.
5. Son identificables. Se piensa en la informalidad como si fuera negro –frente al blanco de los formales–, cuando existe una gran gama de grises en su interior. No están en un extremo el que vende libros piratas y paga la ‘sisa’ al municipio ni, ciertamente, el empleado estatal –que paga sus impuestos– que se los compra. Quien sea completamente blanco puede tirar la primera piedra.
6. Son negativos para la sociedad. Más que una respuesta, convendría aquí plantearse la pregunta: ¿tendría el país menos problemas si se prohibiera tajantemente toda actividad informal? A pesar de sus muchos aspectos negativos, creemos que no. Pero también pensamos que como país estaríamos mucho mejor si lográsemos que la formalidad sea más atractiva para todos. Que tengan una gran semana.