(Foto: El Comercio)
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Pedro Tenorio

No se trata de darle la razón en todo a la minera que operará en ni de perjudicar a comunidades en nombre del crecimiento económico, pero tampoco de lanzarla a la cueva de los leones antimineros para que fracase o continúe paralizada, como hasta ahora. Si el Gobierno pretendía dar una señal a favor de la minería responsable y la reactivación productiva, el tiro le salió por la culata. Tanto el presidente como su jefe del Gabinete, Salvador del Solar, aseguran que están a favor del diálogo con las comunidades, pero las autoridades políticas de la región sur respondieron anunciando un “paro indefinido” a partir de este lunes 15 de julio: para ellos, el proyecto simplemente “no va”. ¿Y ahora?

El Gobierno debió diseñar una estrategia integral para Tía María, no solo aprobar su licencia de construcción y dejar que el país se enterara a través de un comunicado de la empresa , que se ha comprometido a no iniciar trabajos hasta que exista aceptación entre quienes hoy se oponen. Lejos de calmar temores, la manera como procedió el Ejecutivo gatilló la protesta. ¿Se pudo actuar distinto? Por supuesto. Vizcarra y sus colaboradores debieron formular una estrategia política y de comunicaciones para ganar apoyo, pero no la vieron –¡o no quisieron correr ningún riesgo político!– y ahora la provincia de Islay se calienta.

Debido a los antecedentes sociales del proyecto, no se entiende por qué el Gobierno no desplegó una estrategia política que incluyera las garantías de una ejecución moderna de Tía María, pero sobre todo responsable con el medio ambiente. Asimismo, pudo anunciar un paquete de mejoras sociales y de infraestructura a financiarse con parte de los beneficios que se obtendrán, lo que representaría un cambio tangible para una población desconfiada de tantas promesas. Vizcarra perdió la oportunidad de presentar un nuevo modelo de relacionamiento Estado-empresa-comunidades para terminar ofreciendo más de lo mismo.

Y en esa línea, debió contar con una estrategia de comunicación que tuviera distintos voceros, un representante personal del presidente para este tema (incluso el mismo ministro del ramo, Francisco Ísmodes, aunque muy pocos lo conozcan) y que además incluyera la participación de otros sectores, más allá del Gobierno, que proyectaran un mayor compromiso por parte del Estado. Nada de eso se ve, siendo Tía María tan importante para el país y para el futuro destrabe de otras inversiones en el sector. Mientras tanto, los enemigos de la inversión privada comienzan a pescar a río revuelto. Esperamos que se corrija el rumbo porque aquí un fracaso más sí importa.