En el futuro esta historia se deconstruirá en las aulas: de cómo una diva popular murió de un accidente cardiovascular y una necropsia bamba (porque hasta la muerte se bambea en el Perú) la convirtió en víctima de feminicidio. ¡Una necropsia hecha tres meses después del entierro, con el cerebro hecho papilla y, por lo tanto, imposible determinar que no hubo aneurisma sino golpiza! ¡Una necropsia que no tomó en cuenta las tomografías que confirmaban la enfermedad!
La hipótesis que se abre paso ante el silencio de los autores del cuento es que el machismo piurano –¡gua, tres veces gua!– concibió este macabro cuento: primero, para zanjar cuentas con la alegosa familia del viudo Paul Olórtiga y cobrar reparación a la clínica Belén de Piura; segundo, para excitar a la inflamable tele de espectáculos, a los fans de la cumbia, a las feministas, a los piuranos de a pie recelosos de su más poderoso paisano, el Grupo Romero (propietario de la red Sanna, que incluye a la clínica Belén). Y en el candelero de tanta pasión atizada, que suene y que facture: “¡Corazón Serraaaaanooooo! Una mentira mató mi alegría, con dos mentiras se fue mi ilusión”.
El arranque de la intriga muestra la vigencia del maquiavelismo antiguo. El tramado de la atávica red del mal es similar a las redes sociales contemporáneas: un anónimo que acusaba a Olórtiga llegó en un sobre a una comisaría piurana. Cuatro efectivos elaboraron un informe (lo acabo de leer: es tan ligero que menciona “rumores y comentarios”, “testigos que tienen temor a su identificación” y no le da importancia a las pruebas clínicas) y recomendaron al Ministerio Público que abra el caso.
Y la maquinaria del cuento se echó a andar. La fiscal Victoria Allemant pidió un perito y le dieron a Rosario Medina Aparcana. La prensa en Piura ha registrado cómo el abogado de Sanna, Carlos Caro, espetó en plena audiencia que Allemant y Medina eran amigas, lo que abonaría a la hipótesis de que ambas estarían en contubernio.
La televisión ya había elevado –y retorcido– el cuento a escala nacional; pero faltaba que el poder político decidiera también contarlo. Y eso sucedió cuando el fiscal de la nación, Carlos Ramos Heredia, acompañó a Medina Aparcana en la conferencia de prensa en la que se presentó la necropsia. Presumo que él no era parte del tinglado concebido en Piura y que se metió al cuento para esquivar las críticas que recibía por el caso de ‘La Centralita’. Y tal fue su angurria que olvidó que los resultados de una necropsia no deben ser difundidos.
Por supuesto que este tema también excitó a Urresti. Asumo que no tuvo nada que ver con la aparición de Ramos Heredia porque recién llegaba al Mininter, pero sí buscó hacer una ‘special guest appearance’ tras la captura de Olórtiga. Un tuit de su área de prensa delató esa intención. Se presume que alguien le advirtió que no se puede presentar a sospechosos como si fueran sentenciados, pues canceló su aparición.
Todos somos culpables del esperpento, unos por codicia, otros por morbo, otros por indiferencia. Exijamos a la PNP que identifique a quien dejó el sobre, a la fiscal que muestre el video de la necropsia, al perito de los Guerrero, Ernesto Ráez, que dé el informe que debe (presumo que no quiere comprometerse en el entuerto). Y que mis colegas terminen de develar el cuento.