(Fuente: El Comercio)
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Fernando Vivas

Cunde el alarmismo. Mi tocayo Rospigliosi vaticina el inexorable fin anticipado de PPK y le sugiere que cruce el ‘puente de plata’ que el fujimorismo le ha tendido a través de Yeni Vilcatoma: que renuncie. O sea, no me vaquen que ya me voy. 

Mi amigo Jorge ‘Koki’ Morelli es más optimista. Ha trazado un calendario de los hitos que salvarán a PPK: ahorita nos distraerán las fiestas, luego lo bendecirá el Papa, en abril vendrán en su ayuda los presidentes invitados a la Cumbre de las Américas, después todos somos Perú en el Mundial, ya mismo llegan las elecciones regionales y municipales, ampay se salva. De ahí, Dios proveerá hasta que ya sea muy tarde y poco práctico sacarlo. Este ‘wishful thinking’ de Morelli incluye una figura dramática: “Terminará el 2021 aunque haya que cargarlo hasta la meta”. Lo que no dice el buen Koki, fujimorista primigenio, es que entre los hombros que carguen al agónico presidente estaría el de un indultado Alberto enseñándole a su ingrata hija que a un viejo presidente se le respeta.  

El Montonero, órgano no oficial del fujimorismo concertador, postula un pacto de gobernabilidad PPK-Keiko. Yo también creo que este par tiene que juntarse; pero discrepo en que, como sugieren los montoneros, deba rodar la cabeza del fiscal Pablo Sánchez. Ya no sería pacto político, sino enjuague. Eso sí, jueces y fiscales deben poner de su parte para evitar los abusos de judicialización política que están cometiendo. 

Mi manual chiquito: anunciar la intención de un acuerdo (pacto suena feo para muchos) de gobernabilidad y anticorrupción entre Gobierno y oposición, respetando a la justicia. Pero, ojo, PPK no sería el único sujeto del acuerdo. Su figura se seguirá debilitando y si su entorno no le pone límites, volverá a incurrir en penosas declaraciones como las que dio el sábado pasado en RPP. Echó la culpa a todos (Congreso, medios, justicia) de su miopía política que ni siquiera le permite agitar algunas prioridades sin boicotear la próxima delegación de facultades: reconstrucción, agua para todos, reformas en salud.  

Por lo tanto, la única posibilidad de que no caduque antes del 2021 es la de un PPK acotado por la primera ministra y su Gabinete. Aun si Meche Aráoz durara menos que él, la gobernabilidad se mantendría si su sucesor, Martín Vizcarra o cualquier otro, sabe contenerlo dentro de sus límites. 

No divago. La bancada ppkausa me dio la razón ayer al cuestionar a Rosa Bartra para evitar así que PPK reciba a la Comisión Lava Jato que ella preside. Sincérense, atribulados ppkausas: si no lo creen capaz de responder a ese grupito de congresistas, es que tampoco lo creen capaz de gobernar. De una buena vez, que venga el acuerdo, con bailecito presidencial hacia el costado.