Se espera que Martín Vizcarra jure al cargo de presidente del Perú el viernes. (Foto: Reuters)
Se espera que Martín Vizcarra jure al cargo de presidente del Perú el viernes. (Foto: Reuters)
Marco Sifuentes

Cómo le va, señor Vizcarra. No lo envidio. Aún no ha asumido y ya tiene miles de desconocidos dándole consejos sobre cómo hacer bien su trabajo. Así que seremos prácticos. Aquí simplemente vamos a adaptar lo mismo que esta columna le dijo, semana tras semana, al señor que acaba de renunciar. Ya verá usted si su ex jefe hizo bien en hacer oídos sordos. 

Nadie está inventando la pólvora. Escenarios como el suyo (presidente sin mayoría, Congreso hostil con capacidad de veto) son un clásico de la ciencia política. Siempre, en todo el mundo, estas situaciones desembocan en dos alternativas: o se cierra el Congreso o el presidente termina de patitas en la calle. Ya vio lo que acaba de pasar. Así que la primera recomendación es sencilla: los antecedentes no se ignoran.  

Cerrar el Congreso –a pesar del clamor ciudadano– no es una salida viable por el momento. Primero, por la inconstitucional Modificación  Mulder. Revertirla tomará un tiempo. En segundo lugar, se necesita capital político para algo así. Por tanto, ahora mismo, su prioridad debe ser acumular legitimidad. 

¿Eso cómo se logra? Dándole la oportunidad al Congreso, es decir, al keikismo, para que deje de ser hostil. Si fueran racionales, aceptarían bajar la crispación. Todos los escenarios de elecciones anticipadas no les son convenientes ni a su lideresa –de quien Barata ya confirmó que le aumentaron 500– ni a sus congresistas –con altas posibilidades de no ser reelegidos en este ánimo de cosas–. Racionalmente, les conviene enfriar los ánimos hasta el 2021, dejar de contribuir al “que se vayan todos” y ser vistos como lo que no fueron: una oposición leal. 

Pero si hay una lección evidente de los últimos 600 días es que el fujimorismo, en ninguna de sus vertientes, es racional. Les dieron la cabeza del ministro de Educación y nada. Sacrificaron un Gabinete entero y nada. Sacaron de prisión a su líder y fue aun peor. Ahora mismo, que deberían estar preocupados en reconstruirse después del cisma de Kenji, siguen con la sangre en el ojo (Galarreta ya ha advertido que nada va a cambiar con usted).  

Entonces hay que prepararse para más de lo mismo. Sin bancada y con todos los sectores políticos quemados, lo único que queda son las instituciones. Apuntalar, en especial, a la Fiscalía de la Nación y al Tribunal Constitucional, bajo amenaza constante del fujimorismo. Blindar las investigaciones de Lava Jato para que lleguen hasta las últimas consecuencias. Acatar la resolución, sea cual sea, de la Corte Interamericana sobre el indulto a Fujimori. En resumen, seguir las reglas de juego.   

Suena de sentido común pero si hay gente que nunca ha sido particularmente afecta a seguir las reglas de juego, son los fujimoristas. Esto, por cierto, incluye a los que se disfrazan de periodistas. No les crea cuando chillen y lo insulten por hacer lo correcto: liderar la defensa de la institucionalidad sólo lo fortalecerá ante la opinión pública. El 80% del país no lo conoce: han querido presentar eso como un defecto, pero es un gran fortaleza. Sin prejuicios que lo amarren, es su oportunidad para construirse la imagen que necesita para encaminar el barco.

Nada de lo anterior es aplicable, por supuesto, si usted decide ir por la tercera vía, la que PPK nunca pudo tomar: entregarse por completo al fujimorismo. Pero eso sería buscarse un enfrentamiento incluso peor. No olvide quiénes votaron por la plancha que lo llevó al poder, quiénes integran el movimiento político más grande del siglo XXI en el Perú, quiénes han visto sus convicciones afianzadas en estos días de ‘flashbacks’ noventeros: los antifujimoristas. Estos serán la única base popular que tenga en estos días. Esa es la única certeza de hoy. Suerte en lo que se viene.