Ollanta se tomó en serio lo de mano dura contra la delincuencia. Ha puesto, en el Mininter, a un militar durazo que se disfraza de efectivo y da conferencias en el lugar de la acción.
Es más, hasta tengo la impresión de que Humala ve el proceso judicial en el que Daniel Urresti está envuelto por el asesinato de Hugo Bustíos como un punto a favor. ¿Pero qué estoy diciendo? Que Urresti, para la gente aterrada que quiere ver cacos muertos, podría aparecer como un Elidio Espinoza, el coronel de la PNP que fue acusado de manejar un escuadrón de la muerte para liquidar sumariamente a los delincuentes trujillanos y hoy está en campaña para ser alcalde de Trujillo.
El macabro detalle es que Bustíos no era un caco ni un terruco sino un periodista que investigaba excesos de militares. Pero, para ciudadanos hartos de extorsionadores, raqueteros y sicarios, el antecedente de Urresti, podría sonar bonito. Por fin, se dirán, tenemos un ministro con agallas y no un blandengue como Walter Albán o Wilfredo Pedraza. Siguiendo ese razonamiento popular, Urresti no se va a amilanar por fiscales ni jueces corruptos, ni ONG de derechos humanos, ni remilgos puritanos. “Él se las arreglará para matarlos y no le preguntaremos cómo” es un secreto murmullo.
Aquí es donde me surge el miedo. Es posible que el estilo de Urresti de gritar que va a agarrar a los delincuentes a patadas y que estará con sus efectivos en la cancha sea puro fuego artificial, como sostiene mi tocayo Rospigliosi. O sea, hará populismo con la seguridad ciudadana. Pero también es posible que, si Humala lo respalda a pesar de las críticas de la oposición y Urresti se las arregla en mostrar buenos resultados, estemos sentando bases para una ‘parapolítica’ a la colombiana. Ya hay algunos ingredientes: un militar con especialización en inteligencia, gente harta de la delincuencia, narcotráfico imparable,una extrema derecha que reclama acciones y protección selectiva, justicia morosa. Esa amenaza, que no estaba esbozada en la gran transformación, podría ser un derivado pernicioso del liberalismo irresponsable de la hoja de ruta.
Urresti sabe que a su antecesor Pedraza no le faltaba razón cuando dijo que la inseguridad es, en parte, un asunto de percepción. Pero lo estratégico no era decirlo, sino cambiar esa percepción por otra: que la gente sienta –o al menos crea– que el Mininter sí lucha contra el crimen. Y él ha empezado desde su debut prodigándose en declaraciones, visitando comisarías, llamando a los famosos víctimas de alguna vejación, como a Phillip Butters y Regina Alcóver. El domingo, entrevistado en El Comercio por Mariella Balbi, el ministro barajaba cifras que mostraban que los delitos habían bajado. Como no tiene ni un mes, ¡citó cifras semanales!
Cálmese, ministro. Necesitamos acción y mano dura, pero también sangre fría y debido proceso. Ese es el equilibrio y es probable que usted lo haya perdido hace 25 años en Huanta. Y me queda la duda de si lo recuperó con el tiempo. Sus acciones contra la minería ilegal fueron vistosas al hacer explotar dragas, pero no vemos que esa lacra se haya contenido considerablemente. No juegue con nuestras expectativas. Prepare su transición.