“Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura y en forma de caparazón y... sus muchas patas, ridículamente pequeñas en comparación con el resto de su tamaño, le vibraban desamparadas ante los ojos” (“La metamorfosis”, Franz Kafka).
En este primer artículo del 2016 les contaré una fantasía similar a la de Kafka que tuve la noche de Año Nuevo. No soñé que me convertía en insecto, pero me imaginé transformado en uno de los varios personajes que en el 2015 me asustaron un poco. Lo bueno, a diferencia de lo que pasa en la novela, fue que en mi sueño sí podía cambiar la situación en la que me encontraba.
Primero me imaginé transformado en uno de esos analistas que se dedican a pronosticar el comportamiento anual de la economía y que un día afirman que creceremos 4, dos meses después aseguran que será 5 y luego, con absoluta certeza, que lo esperable es 2, aunque la cifra real sería 3. Y en mi sueño, aflojándome la corbata, me dije que para el 2016 sería más responsable al predecir, cuidando la pertinencia de lo que digo para no crear zozobra innecesaria, y no desdecirme constantemente perdiendo credibilidad con cada cambio.
Luego soñé que era uno de esos periodistas que creen que solo la mala noticia vende, y que por ello busca siempre mostrar el peor lado de las cosas. De esos que ponen en grande que subió en 20% el pesimismo popular (pasó de 21% a 25%), en lugar de mostrar que el 75% de la gente mantiene su visión positiva. Mirando a la computadora, prometí que si este año tal vez no escriba que el vaso está medio lleno en lugar de decir que está medio vacío, me contentaré con señalar que el vaso está por la mitad. Así ya ayudaré bastante al país y no desanimaré a mis anunciantes.
También soñé que era uno de esos empresarios que se guían solo por el PBI y creen que si este baja, su empresa irremediablemente también bajará, sin ver que esa cifra es una medida del crecimiento y no su causa. Y, subiéndome las mangas de la camisa, en el sueño decidí que en el 2016 vería el PBI como solo una más de las variables a considerar en mi camino al crecimiento. Como un promedio de ganadores y perdedores y de esforzados y resignados, y que yo ya había decidido en qué lado quería estar.
Luego, tocándome los ruleros –sí, soñé que los tenía–, pensé que era un ama de casa de esas que se queja permanentemente del precio del pollo y de la mala actuación del gobierno. Y me dije que este año iba a asumir mi responsabilidad y participar activamente en elegir el gobierno que viene. Decidí que en lugar de solo criticar a los candidatos hablaría con mis vecinas del edificio para orientarlas a elegir al más serio y confiable. Ya es tiempo de asumirse, pensé secándome las manos en el delantal.
El resto de mi sueño fue que era yo mismo, que decidía que en el 2016 actuaría diferente. Que les haría menos caso a los que quieren malograrme el sueño de un país y una vida mejor para mi familia, que haría más ejercicio, bajaría los kilos que me sobran, leería las novelas que me gustan y me divertiría un poco más. Les juro que ahora sí cumplo. Ojalá en este cambio de año, momento de metamorfosis, los personajes de mi sueño también lo hagan. ¡Feliz y renovado 2016!