Les han quitado competencias fundamentales que tienen otros alcaldes de grandes metrópolis del planeta: Lima no tiene su propia fuerza policial, ni su propio organismo de transporte. Este último se rige por la ATU, fruto de una reforma política cuya motivación vale la pena recordar: las rutas de Lima se entrecruzaban como espagueti gracias a licencias otorgadas desde las provincias de Huarochirí hasta el Callao. Metiendo a Lima y al Callao en un solo ente –la ATU–, adscrito al Gobierno Central, con capacidad para manejar grandes inversiones como la del metro de Lima, se ha conjurado la amenaza chalaca sobre la gran ciudad.
Y así, por preservar un bien mayor en manos del Ejecutivo, Lima ha perdido competencias. Pero le quedan muchas otras; en especial, ordenar el comercio y los espacios públicos, incidir en la vida efervescente de la ciudad. La cultura viva de Lima, el respeto entre sus varias tribus e identidades y la preservación de su paisaje histórico pasa también por el despacho del alcalde y de eso se ha hablado poco en los debates. A ni uno solo de los ocho candidatos le oí mencionar el hecho fundamental de que el Centro Histórico de Lima figura en la lista de Patrimonio de la Humanidad de Unesco. No lo están ni el de Buenos Aires, Santiago, Bogotá, Caracas o La Paz, solo para mencionar capitales de la región. Sin embargo, los alcaldes metropolitanos, que además lo son del Cercado, suelen ‘descubrir’ esta condición extraordinaria recién en el cargo. De todos modos, destaco que la gestión trunca de Jorge Muñoz haya hecho buena obra menuda en el Centro Histórico y el que gane el domingo debe conciliar con los franciscanos para tumbar o reducir los muros que impiden que su plazuela sea parte de una de las postales más bellas de Lima y de la región.
Los candidatos tienen pocos días para dejar a un lado el disco rayado de la seguridad ciudadana y prometer gestión y obra que impacte en la cultura limeña. Que inviten a los ciudadanos, diferenciados y conciliados en sus diversas identidades, a tomar algunos espacios públicos para pasear, jugar, reunirse o bailar. Uno de los mejores fenómenos que he visto en los últimos 10 años en Lima es la toma del Paseo de los Héroes Navales (frente al Palacio de Justicia) por decenas de grupos de baile. También sucede en la cercana explanada de 28 de Julio. Allí han existido incidentes entre serenos y vecinos.
¿Por qué no celebrar estas sanas expansiones de cultura viva, mucho mejores que el deporte y, en todo caso, ponerles límites de volumen y hora? Los alcaldes tienen armas benignas, las ordenanzas que promueven la no discriminación, y eso está ligado a la promoción de la cultura, porque quien exige el respeto a la gente exige el respeto a sus expresiones culturales. Hablen de todo esto y no solo de los raqueteros.