El viernes 28 de mayo que se hizo el simulacro nacional de preparación para terremotos, no dejé de pensar en Galileo Galilei y en mi muy respetado amigo el doctor Julio Kuroiwa. ¿La razón? Los dos insisten en una frase a la que pocos damos importancia, la frase “pero se mueve”. Veamos.
Galileo Galilei fue el astrónomo condenado a prisión perpetua en la Florencia del siglo XVII por decir que la tierra se movía alrededor del Sol, mientras la Iglesia sustentaba que el Sol giraba alrededor nuestro. Para salvarse, Galileo debió declarar que su teoría no era cierta, pero inmediatamente después del cambio de su sentencia por una más leve, dijo su famosa frase “eppur si muove” (“pero se mueve”).
El doctor Julio Kuroiwa me recuerda a Galileo por dos razones. Primera, porque es un científico del cual poco conocemos los peruanos, a pesar de que nuestro paisano es una de las eminencias mundiales en sismología. Reconocido en diversas partes e instituciones del mundo, incluyendo a las Naciones Unidas, el doctor Kuroiwa no es tan apreciado por nosotros, como le ocurría a Galileo con los florentinos de su época. Segunda, porque así como Galileo afirmaba que la tierra se movía y los jerarcas de la época decían que no era cierto, Kuroiwa dice que la tierra peruana se moverá muy fuerte, mientras que la mayoría de peruanos, autoridades y empresarios incluidos, tratamos de ignorarlo.
Y cuando nuestro sabio nos urge a prepararnos para el remesón que inexorablemente vendrá, debido al silencio sísmico que por tanto tiempo se extiende en el país, nosotros hacemos un silencio aún mayor, y actuamos como si nada fuera a pasar. Y cuando él habla de las catástrofes de Armero, de Huaraz, de Yungay, de Nepal y de la placa de Nasca, le pasa lo que le ocurría a Galileo, que, a pesar de mostrar la evidencia del movimiento terráqueo con datos de las fases de la Luna y cambios de estación, recibía como respuesta el silencio o la negación.
Negar la posibilidad de una catástrofe es una forma natural de defensa humana, pues nadie quiere aceptar que podría pasarle algo muy malo. Pero los empresarios aprendieron hace un buen tiempo que en sus planes deben considerar los problemas potenciales, para prepararse ante ellos. Aprendieron que cerrar los ojos no es una buena estrategia, y por ello se preocupan hoy mucho por lo que pasa en la política y la economía; pero quizá no han pensado que un fuerte sismo podría ser mucho más dañino para sus empresas que dos o tres puntos menos del PBI o que el cambio de cuatro gabinetes. Sin duda, ese olvido puede resultar muy grave cuando las probabilidades de ocurrencia no son bajas, como el caso de nuestro país, donde tenemos tanta experiencia de sismos que les damos nombres variados (temblor, terremoto, sacudón, remesón y siga) y hasta hacemos oraciones especiales para ellos (“aplaca tu ira, Señor”).
¿Tiene usted los ‘backups’ adecuados para la información importante? ¿Está seguro de que funciona el plan de evacuación de sus locales? ¿Ha guardado suficiente materia prima para un súbito corte de suministros? En resumen, ¿tiene listo su plan de contingencia para un terremoto?
Si no lo tiene, resuelva ese problema ahora, porque –como decía Galileo– la tierra se mueve y –como dice el doctor Kuroiwa– se moverá más fuerte.