Aplaudo que, en medio de tanta bronca, en apenas un día el pleno del Congreso aprobó y el presidente promulgó la ley para cremar los restos de Abimael Guzmán. Hasta que cierro estas líneas, no sabemos si culminaron las diligencias fiscales y administrativas para desaparecer las cenizas, porque la ley obliga a un conveniente secreto. Confío en que pronto sabremos que nunca sabremos dónde están.
Le pregunté a la exfiscal de la Nación Gladys Echaíz, congresista de Alianza para el Progreso (APP) quien –con la colaboración de Edward Málaga Trillo del Partido Morado– se hizo cargo del contenido de la ley, dónde imaginaba que podrían tirarse las cenizas. Me dijo que en el mar. Yo imagino lo mismo, porque en la inmensidad y lejanía del océano nadie podrá fijar un lugar para un santuario del horror.
Vuelvo a aplaudir el consenso de la oposición de centro, derecha y parte de la izquierda. Lástima que Perú Libre votó en contra no solo discrepando de la ley, sino también del ánimo del presidente Pedro Castillo, que la promulgó sin chistar antes de emprender la primera gira internacional de su vida. He ahí la prueba de que sigue enraizada en esa bancada la simpatía por lo que, para ese radicalismo de maestros y marxistas regionales (todos juntos en esta causa), son las buenas intenciones sobre las que reposa el terrorismo. ¡Como si se pudiera separar el dogma del método destructivo!
Pero hay otra rabia, que no es proterruca. Es la que provoca el fujimorismo e hizo que en la bancada de Verónika Mendoza y en parte de Acción Popular (AP) existiera la intención de incluir entre los incinerables a los condenados por delitos de lesa humanidad. O sea, a Fujimori. Incineremos dos pájaros de un tiro, pensaron algunos. Algunos congresistas lo delataron en sus intervenciones. Yonhy Lescano, que influye en la bancada de AP, lo dijo en un tuit; y mis fuentes me cuentan del esfuerzo de quienes tenían esta posición por convencer a Echaíz de que lo incluyera en el texto del consenso.
Afortunadamente, ni Echaíz aceptó ni Ruth Luque de Juntos por el Perú (JPP), que estaba elaborando un proyecto que incluía esa causal, insistió en el tema. La bancada de Luque se abstuvo y los de AP volvieron al redil de la mayoría. Si insistían en el tema, la discusión se hubiera entrampado, fujimoristas y antifujimoristas se hubieran sacado los ojos y Abimael Guzmán hubiera reído desde la morgue. Meter de contrabando un tema nuevo, cuando has llegado a un consenso sobre otro tema, es veneno para los acuerdos políticos. Hay, pues, muchas rabias en el Perú bicentenario, que no se aplacarán con la desaparición física y perpetua de Guzmán, ni de los cabecillas a quienes les espera el mismo final ardiente. Pero, con esa ley, dimos un paso adelante
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