Ni sentencias, ni pronósticos. No servimos para eso. Ni para etiquetar el voto ajeno como ‘de protesta’, ‘estratégico’, ‘chonguero’, ‘irracional’. Fueron todo eso y ninguno en especial. Como lo fueron tu voto y el mío.
Solo quiero apuntar que un mito debe derrumbarse y algunas ideas reforzarse. Empiezo por el mito: que la indecisión y el desconcierto, y de algún modo la protesta, se expresan en un apabullante número de votos viciados y en blanco. El alto porcentaje de indecisos, entre 30% y 50% en las encuestas de las últimas semanas, fortalecía esa hipótesis que quería ser mito. Los resultados de la ONPE al 73,53% de actas contabilizadas arrojan apenas 1,69% de votos blancos y 10,81% de viciados. Esto podría crecer cuando se procesen todas las actas, pero el porcentaje será considerablemente más bajo de lo que aparecía en los sondeos. Nos decidimos a última hora, pero decididos al fin. Y no somos irracionales para votar, sino emotivos y sofisticados al escoger, como cualquier país con una historia de tantas esperanzas y fracasos a cuestas.
Se refuerza y actualiza la idea de que las elecciones generales son la única ocasión en la que el país se expresa con horizontalidad y por eso hay que mejorar el acceso a las urnas y a la información, afinar los controles previos para limpiarnos de aportes y candidatos truchos. Por todo esto, a pesar de mis convicciones liberales, respeto la obligatoriedad del voto. En un país tan fraccionado, no hay que perdernos la única ocasión de estar juntos y revueltos.
Si unas alternativas pierden valor ante su electorado, como le pasó al fujimorismo apabullante del 2016, o no saben mantener su bloque, como el Frente Amplio, su espacio será ocupado por otros, así de simple y previsible. AP, APP y el Partido Morado eran las alternativas más visibles en los primeros sondeos. Pero no vimos en las encuestas, ni nos agenciamos otros métodos de observación, que permitieran intuir el salto de valla del Frepap y de UPP. Respecto a Podemos, sí había la expectativa de que el arrastre de Daniel Urresti podía ser suficiente para el brinco.
Todo esto se podía intuir en la propia Lima, donde el Frepap tiene su búnker y ha sacado buena parte de sus votos; donde Antauro Humala, Virgilio Acuña y José Vega (el dueño del vientre de alquiler) cocinaron el caldo de UPP; donde Urresti levantó a Podemos. Por supuesto que no quiero decir que una vuelta por las regiones era indispensable para intuir tendencias, pero sí reconocer que todas esas peculiaridades, salvo la ruralidad de difícil acceso, estaban a la vista en Lima.
Ahora, a esperar la clarinada de los portavoces para intuir las tendencias de un Parlamento donde lo único que me atrevo a predecir es que algunas bancadas apelarán al truco del impredecible voto con libertad de conciencia.