Uno de los peligros más grandes de esta época de Internet es la limitación de la información que recibimos, haciéndonos creer que la gran mayoría de personas es GCU, o gente como uno. Eso tiene consecuencias muy graves para la democracia, las relaciones sociales y la economía.
En las épocas de información escasa, el poder sobre las ideas lo tenían los medios de comunicación de masas, los intelectuales que podían publicar libros, las empresas capaces de pagar publicidad extensa y los políticos con fuerza para llenar plazas. Con la llegada de Internet eso cambió completamente, pues millones de personas y de empresas de todo tamaño pudieron empezar a comunicarse directamente con otros millones de individuos. Pero resulta que, como los extremos casi siempre se juntan, esa democratización de las fuentes muy rápidamente se convirtió en una avalancha imposible de procesar. Ante tantos datos, la respuesta la dieron los sistemas de inteligencia artificial, que empezaron a escoger el tipo de información que supuestamente más necesita y agrada a cada individuo.
El problema surge luego porque, si al abrir nuestras redes sociales vemos que todas las noticias hablan del tenis que nos gusta, de la familia real inglesa que nos interesa y de la corrupción de determinados personajes, tendremos la tendencia a creer que esa es la realidad que perciben las mayorías. Creeremos entonces que todos los ciudadanos de nuestra región, todos los clientes potenciales de nuestro negocio y todos los votantes del país quieren lo mismo que nosotros. Peor aún, dada esa evidencia, generaremos propuestas y mensajes similares que llegarán solamente a esa GCU, que nos devuelve ‘likes’ y más mensajes de lo mismo. No nos explicamos luego por qué la población no entiende nuestros “buenos” comerciales, le compra a competidores que son “evidentemente” inferiores, y vota por candidatos que “todos” saben que son corruptos o incapaces.
Cambiar esa situación no es fácil, pues es muy grande la gratificación que genera el ser constantemente retroalimentados con lo que nos gusta. Pero si somos conscientes de que ese cerco ideológico limita nuestro desarrollo, debemos cambiarlo. Debemos frecuentemente salir de los barrios donde siempre nos movemos, escuchar lo que dicen los expertos que tienen ideas diferentes a las de nuestro entorno, entender el atractivo de los programas realmente populares y leer y escuchar a quienes defienden posiciones e ideologías distintas a las nuestras. En una frase, romper nuestro círculo vicioso de conocimiento y esforzarnos en entender el amplio mundo de los que no son “GCU”, mundo sin duda bastante más amplio e interesante que el nuestro. Les deseo una gran semana.