Ilustración: Giovanni Tazza.
Ilustración: Giovanni Tazza.
Rolando Arellano C.

El tema central de conversación entre gerentes y empresarios es hoy el de la mala política, a la que se señala como la causa de las dificultades que sufren sus empresas. Siendo tal vez conversación interesante, quedarse allí no es saludable ni eficiente; porque ocuparse es mucho mejor que preocuparse.

Para empezar, un tratamiento gerencial de cualquier problema debe empezar por buscar la verdadera causa de lo que está pasando. Ciertamente la política tiene una influencia en nuestros resultados, ¿pero estamos seguros de que ella es la principal o única causa de estos? ¿Cuánto de la baja demanda de nuestros textiles se debe al suave invierno que tenemos? ¿Cuánto de los problemas de nuestros restaurantes pasa por que tenemos cada día más competidores? ¿Cuánto de nuestra menor venta de publicidad se debe a que Internet está captando mucho más el interés de los anunciantes? ¿Cuánto a errores cometidos que están disminuyendo la satisfacción de nuestros clientes?

Lo anterior nos debe llevar a la pregunta más útil en este momento, que es en cuáles de esas causas podemos influir para cambiar la situación. Sin duda los gerentes podemos enmendar nuestros errores para evitar que los clientes nos dejen, o mejorar nuestro producto para enfrentar mejor a los competidores más modernos o más eficientes, o quizá pensar en bajar costos para competir mejor, y hasta bajar precios, disminuyendo márgenes de ganancia mientras el mercado se calma. ¿Pero podemos los gerentes cambiar a los congresistas, ministros o autoridades que no cumplen su labor? ¿Podemos los gerentes y empresarios influir en su manera de actuar?

La respuesta es sí podemos, pero solo como uno más de los 30 millones de ciudadanos peruanos, lo que es importante, pero no muy eficiente para resolver nuestro problema actual. La política puede ser el problema, pero la solución realista está en actuar en lo que realmente podemos cambiar. A Dios rogando, pero con el mazo dando.

¿Qué debemos hacer entonces? Cuando estemos en nuestras empresas, en lugar de ponernos a pensar en lo mal que está el país, reaccionemos y empecemos más bien a ver cómo ser más eficientes. Y la próxima vez que conversemos con algún colega dividamos nuestro tiempo en dos partes. La primera para criticar a las autoridades que tenemos, usando nuestro derecho ciudadano de vigilarlas. Pero luego de esa catarsis, esa liberación como la llaman los psicólogos, comencemos a conversar sobre qué podemos hacer, realísticamente, para solucionar los problemas de nuestras empresas. Allí la conversación será realmente útil y productiva. Si queremos preocuparnos, preocupémonos, pero nunca dejemos de ocuparnos.