Macarena Costa Checa

El anuncio del grupo de análisis de la –que llegaría al país el 20 de noviembre– ha gatillado una serie de reacciones polarizantes. Los que apoyan a arguyen que dicha visita pondrá fin a nuestros males de inestabilidad política. Desde la otra orilla, se dice que la OEA es una organización con un sesgo de izquierda que no busca más que mantener al presidente en el poder. No importa quién tenga la razón.

Independientemente de nuestros prejuicios sobre la OEA, el hecho es que sus representantes se encontrarán con una realidad: un Castillo impopular, pero más fuerte que su .

Ahora, pensemos, ¿cómo va a encontrar la OEA a la oposición? En medio de un laberinto. A pesar de toda la evidencia que hay en contra de Castillo, la oposición no ha logrado generar el apoyo, ni los consensos necesarios para destituirlo. Más bien, se ha venido deslegitimando a sí misma mediante tropiezos como mociones de vacancias fallidas, rencores de fraude y carteles de “OEA, no a la ideología”. Evidentemente, generar ruido no está funcionando para la oposición, pues llama tanta atención sobre la forma que el fondo del mensaje se pierde. Cuando los hechos están de tu lado, pero nada cambia, solo queda asumir que el problema eres tú.

Si bien lo que diga la OEA no será vinculante, la opinión que emita va a tener una carga simbólica, y en un contexto en el que lo que más necesita la oposición es legitimidad, no estaría de más contar con una opinión favorable a su narrativa de parte del actor internacional. Si la oposición juega con más cautela, la visita podría terminar beneficiándola.

Hay formas de ser una oposición más eficiente para sus fines. La más importante es bajar el volumen del ruido y dejar que brille lo esencial: las denuncias, las listas de prófugos, los testimonios de colaboradores eficaces, los nefastos resultados de este gobierno y sus efectos para la legitimidad de la democracia. La oposición necesita vincular las denuncias de corrupción con sus efectos en la legitimidad democrática. Ello implica reforzar su credibilidad y restaurar su reputación; presentarse como un grupo capaz de generar el espacio propicio para que los hechos hablen por sí solos.

En los últimos meses, hemos visto a una oposición fragmentada y sin norte. Esto impide que todos aquellos que compartimos una posición crítica al gobierno de Castillo nos asociemos en torno a un objetivo común. En contextos de inestabilidad política, debemos promover que los representantes de la OEA tengan una visión clara de lo que está pasando en el país. Si dejamos que los hechos hablen en vez de los prejuicios, habrá un claro vencedor –y no será Castillo–.

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