Un asunto curioso es que en el Perú Papá Noel es un personaje blanco, gordo y bonachón que para los niños peruanos significa una época para recibir regalos y pasearse por galerías comerciales llenas de nieve artificial, luces chinas o coreanas de infinitos colores y villancicos que no paran de sonar. No olvidemos la foto de rigor con Papá Noel que los padres toman con sus “teléfonos inteligentes”. Papa Noel no genera ninguna sospecha porque es “extranjero (viene de un lugar lejano, perdido en el Ártico), es bueno, blanco y platudo”. Asunto que a los peruanos nos encanta. Por supuesto, pues, que el asunto religioso queda en un último lugar perdido en los tiempos.
Sin embargo, la Navidad como la celebramos en nuestro país difiere de la forma en que se desarrolla en otros; y que por el contrario se encuentra en la agenda del debate público.
En Holanda, la historia es contada de diferente manera. San Nicolás (o Santa Claus) llega de España en un caballo blanco acompañado por un personaje llamado Pedro El Negro, quien regala a los niños unas galletas especiales para la fecha. Los niños los esperan felices. Sin embargo, Pedro El Negro es identificado como un esclavo comprado por San Nicolás, y representado como torpe, gracioso y medio tonto (no olvidemos que Holanda fue un país colonizador).
En Holanda, donde aproximadamente el 80% de la población es blanca, curiosamente quienes se disfrazan de negros son blancos que se pintan la cara de negro, se colocan una peluca ‘african look’ y se pintan los labios de rojo. Pedro (un holandés-esclavo disfrazado de esclavo negro) regala galletas a los niños que definitivamente esperan la llegada de esta festividad.
Así como tuvimos discusiones sobre el Negro Mama y la Paisana Jacinta como personajes racistas en nuestro país, en Holanda un grupo pequeño de activistas ha empezado a levantar el asunto del racismo de esta antigua tradición en que un esclavo negro y torpe y servil regala ricas galletas a los niños.
Para la mayoría de los holandeses, quienes afirman que no son racistas (parecen peruanos), se debe festejar la tradición porque no afectaría la visión que se tiene de la población negra, pues además se trata de un personaje gracioso y amigable. Esta es la posición mayoritaria.
Frente a este dilema, muy creativamente, algunos holandeses han propuesto pintar la cara de Pedro El Negro de color azul, anaranjado o cualquier otro color que no sea negro, olvidando la compra de esclavos en el pasado del país.
Pese a que algunos tribunales han señalado que Pedro El Negro representa un personaje estereotipado y racista, la mayoría de la gente no piensa así.
Nuestro Papá Noel nos esconde el neoliberalismo que nos obliga a comprar desmedidamente, mientras Pedro El Negro oculta a los holandeses que el racismo sí existe en su país.
Finalmente, es muy difícil desenmascarar el racismo cuando “los amos” son buenos, porque se cree que la situación de esclavitud o subordinación no tiene por qué cambiar. Mientras el Negro Mama, la Paisana Jacinta o Pedro El Negro nos hagan reír, parece que el racismo se olvida. Mientas nuestro Papá Noel nos engaña haciéndonos pensar que los regalos son la forma privilegiada de hacer felices a los niños.