Urresti vive del cuento y de la duda, de nuestro optimismo en última instancia, nuestras ganas terminales de creer en alguien. Veinticinco años huyendo de una guerra y un crimen lo han convertido en profesional de la más altísima precariedad. El militar en retiro devino populista en ejercicio. De Huanta, escena de los crímenes más horrendos del pasado reciente, llegó al Mininter, escenario de la instrumentalización política de los crímenes, expedientes secretos y escándalos del Perú.
Aquí mismo, el pasado martes 7 (“¡Mátalos, Urresti, mátalos!”) dije que faltaba una condición para que, con Urresti, empecemos a sentar las bases de una ‘parapolítica’ a la colombiana. O sea, un régimen de seguridad selectiva puesto en marcha por ex militares que negocien con mafias y ‘Orellanas’, que actúen por y para los políticos de turno con gran margen de juego propio.
¿Cuál era la condición? Que la gente perciba que sí da resultados. La condición ya se cumplió. La encuesta de Ipsos Perú para El Comercio, publicada el domingo, le da 25% de aprobación a Urresti, bastante más que a sus blandos predecesores. Además, es muy probable que su estilo haya ayudado a Humala a subir 4 puntos, hasta llegar, también, a 25%.
Claro que Pedraza tenía razón en que la inseguridad es percepción. Urresti trabaja para que lo percibamos, para que lo sintamos necesario. “No me importa que me engañes, pero mátalos” es el clamor que lo mantendrá arriba. ¿Por cuánto tiempo? No lo sé. Todo depende de la capacidad de censura de la oposición y de que Humala y Nadine crean, como el Apra, que les es imprescindible un Mininter que, además de eficiente, maneje políticamente los secretos policiales de amigos y enemigos.
Pero ese aprovechamiento del Mininter sería el mal menor. Lo que me aterra es la parapolítica. ¿Qué pasará cuando Humala desconfíe de Urresti? ¿Le será fácil reemplazarlo y cortar los cimientos del mal mayor? Un ejemplo del momento: el Caso Edita Guerrero ha delatado una grosera manipulación de la opinión pública a través de una necropsia a todas luces mentirosa. El fiscal de la Nación, Carlos Ramos Heredia, estuvo presente en la conferencia de prensa en la que se presentó el esperpento que conmueve a la nación.
¿Por qué el fiscal avaló esta barbaridad justo cuando el Ministerio Público, por culpa de César Álvarez y Orellana, padece su mayor crisis de credibilidad? ¿Cómo sale de esta? Mi hipótesis es que hay una voluntad de contar cuentos que encandilen al país para bien del poder atribulado, que distraigan y hagan creer que la justicia llega con tanto drama como celeridad. El cuento, si no nació en el Ministerio Público, pudo ser inducido desde la PNP que, mucho antes de Urresti, es una gran relatora de esperpentos.
Lo que empieza como un cuento puede terminar como una pesadilla. Oigo a Urresti, ayer lunes, enumerar la cantidad de intervenciones policiales, arrestos y ketes decomisados el fin de semana, sin análisis ni parámetros comparativos, y me embarga una gran desconfianza apenas mitigada por el consuelo de pensar que puedo equivocarme. Que Urresti es una buena apuesta aunque su estilo y antecedentes digan lo contrario. Pero no quiero ser engañado. Prefiero ser precavido y aguafiestas.