(Foto: El Comercio)
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Marco Sifuentes

“Es como si un par de chicos de La Inmaculada se hubiesen querido poner sabrosos en la canchita de una Gran Unidad Escolar”. En la última semana, un puñado de personas que han tenido contacto cercano con el Gabinete de me han pintado –palabras más, palabras menos– la misma imagen. Se trata de un símil políticamente incorrecto, una comparación que puede resultar ofensiva por todos lados, pero que, a la luz de los múltiples acontecimientos, resulta de una espeluznante precisión.

Las bromas sobre la falta de calle de los altos mandos del gobierno –no solo en el Gabinete, sino también asesores, publicistas, directores– van desde que son la “Segunda República Aristocrática” hasta “White Supremacists”. Todo esto es una forma peruanamente refinada de decir que la argolla tecnocrática hace rato que chocó con el iceberg. No se puede gobernar solo con tus vecinos de la playa.

En advertimos que PPK se encontraba en un escenario idéntico al que han enfrentado muchos otros presidentes del mundo, a lo largo de la historia. Y todos los casos anteriores de ‘minority presidents’ (porque sí, hasta existe una categoría) han tenido solo dos salidas: o se enfrentaban al Congreso (iniciando el camino hacia su cierre) o transaban con él (en cogobierno con la oposición).

Pudo haber elegido el camino de la cuestión de confianza ante la censura de Saavedra. Pero no lo hizo y prefirió perder capital antifujimorista al arrodillarse ante Cipriani junto a . Perdió su única oportunidad. No existe otro miembro del Gabinete capaz de aglutinar así a la opinión pública. No después de Odebrecht y Chinchero. Pretender que aún puede jugar la carta del cierre del Congreso es, como diría el mismo PPK, ‘wishful thinking’.

El problema es que la otra opción nunca fue viable. Está claro que al fujimorismo no le interesa ni le conviene un cogobierno. ¿Para qué quemarse antes de tiempo? Su juego es sutil: están tomando todas las instituciones que no dependen realmente del Ejecutivo. Desde la ‘Kontraloría’ hasta el BCR, pasando por la Sunat y, pronto, el Tribunal Constitucional, el JNE y lo que venga y lo que se pueda y lo que no se pueda. Mientras puedan guardar las apariencias de oposición hasta la próxima elección, vale todo.

En esta lógica, ofrecer el indulto como rama de olivo parece el peor camino posible. Los fujimoristas no son tan ingenuos como para empezar a portarse bien y tratar suavecito al gobierno una vez que su líder esté en casa. Al contrario, probablemente tengan más incentivos para seguir con el ‘bullying’ a PPK, no vaya a ser que la gente crea que claudicaron a cambio de la libertad del ‘Chino’.

El presidente ya no puede pelear y el otro lado no quiere negociar. Ya fue todo. La única buena noticia para PPK es que su apanado no será tan largo. Este callejón oscuro va a terminar antes del 2021.