Gisella López Lenci

“Yo soy peronista, pero de Perón, pero ya no hay peronismo. Y aunque me digan loco, yo voy a votar por para que arregle este país”. Un jubilado del conurbano bonaerense decía hace dos años ante cámaras lo que pocos se atrevían: que iba a migrar su voto militante e histórico hacia una opción ultraliberal que pregona todo lo contrario a lo que, en teoría, ha significado el peronismo en ; ese movimiento popular, nacionalista y colectivo que forma parte de la fibra argentina desde hace 70 años.

Desde el domingo en la noche, cuando se supieron los resultados de las , el mundo no deja de hablar de Javier Milei, el economista de pelo alborotado y ojos celestísimos que ha puesto de cabeza la política de su país y que podría convertirse en el próximo presidente argentino.

Los análisis han abundado y este no quiere ser reiterativo respecto al descontento de los argentinos ante su caótica situación económica y su decepcionante dirigencia política. Pero hay una arista muy interesante de la que no se ha hablado mucho: cómo Milei se ha nutrido del voto del peronismo –que aún está en el gobierno representado por un inexistente Alberto Fernández, pero dirigido, en realidad, por Cristina Fernández de Kirchner– y cómo los electores que solían apoyar las opciones kirchneristas decidieron saltarse la grieta sin reparos e irse hacia el bando totalmente opuesto.

Los datos son elocuentes. En la zona sur de Buenos Aires –donde el peronismo ha sido fuerte tradicionalmente–, Milei sacó entre el 30% y el 40% de los votos, y en el ámbito nacional ganó en 16 de las 24 provincias del país, incluyendo aquellas gobernadas por el Partido Justicialista, la organización política de los peronistas.

No suena creíble decir, entonces, que solo los antikirchneristas votaron por el libertario, porque simplemente los números no alcanzan a explicar cómo Milei llegó al 30% del apoyo nacional en las primarias. Sin duda, ha pescado en río revuelto en medio de un descontento transversal y generalizado, pero ha sabido captar también el voto de los sectores más populares, acostumbrados en las últimas décadas a vivir de las ayudas estatales. Paradójico, teniendo en cuenta que él busca acabar con los programas sociales y reclama una mínima o casi nula presencia del Estado.

Y acá ya no es solo una cuestión ideológica. Como bien señala Shila Vilker, directora de la consultora Trespuntozero, “Milei comparte con el peronismo un tipo de liderazgo ordenador basado en ‘ellos o nosotros’”. Si antes eso lo decía Néstor Kirchner o Cristina, y ahora lo pregona Milei, da lo mismo para miles de argentinos que han decidido mutar de piel para regenerarse y volver a empezar.


*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Gisella López Lenci es periodista

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