No vale gran cosa, porque es árido, está diplomáticamente minado y, para remate, su costa es “seca” (el fallo de La Haya deja muy en claro que el mar adyacente no nos pertenece).
De modo que el valor del llamado triángulo terrestre es esencialmente político y lo empezó a usar, ¡qué cólera!, Sebastián Piñera, un presidente civil y empresario que se zurró en miles de millones de intercambio comercial y cientos de miles de migrantes, con tal de disimular el fracaso de una gestión que prometió a Chile que La Haya le daría la razón.
Fue, pues, en Chile que se inventó y empezó a abusar políticamente del triángulo de marras. Pero, en los últimos días ha sido –y no tengo reparo en decirlo– el gobierno humalista quien está abusando del triángulo para generar respaldo nacionalista que mitigue su lastimera aprobación. La promulgación de la ley que crea el distrito fronterizo de La Yarada-Los Palos, en acto presidido por el propio Humala, ha sido una calculada provocación en tiempos espinosos de agendas y desamparos de Nadine. Y la réplica chilena ha sido más impertinente aun, cuando dice que el Perú pretende marcar límites en “territorio incuestionablemente chileno”.
Es difícil enfriar las aguas ante este ‘niño nacionalista bilateral’, pero tendremos que hacerlo. No por miedo, ni cobardía ni falta de patriotismo; sino para no pecar de tontos ciudadanos manipulados por dos gobiernos de ‘feeling’ militarista, el del ex comandante Humala y el de la ex ministra de Defensa e hija del general Bachelet, que necesitan este escenario de bulla patriótica para calmar a su oposición interna y por otra razón que debemos meditar: el triángulo es el perfecto pretexto para mantener vagas hipótesis de guerra que justifiquen presupuestos de defensa significativos. Es cierto que, para el próximo año, nuestro presupuesto aprobado por ley incide más en educación y salud, que en defensa. Pero, todavía el 3,9% del total, sumado a gollerías y fondos de contingencia, es bastante. Sobre todo, cuando la población se pregunta: ¿para qué tenemos militares si no hay peligro de guerra y no sirven ni para combatir a la delincuencia?
Una manera pacífica y definitiva de cerrar el tema sería acudir a la mediación de Estados Unidos o, nuevamente, a La Haya. Pero eso sería lento, farragoso y vergonzoso, si tenemos cancillerías perfectamente capaces y ansiosas por resolver las diferencias en sus fueros. La solución más viable, que selle simbólicamente las tensiones con Chile, y donde el Perú no ceda nada, sería consagrar ese espacio a un parque de la amistad. O pónganle el nombre que quieran. Muchos peruanos y chilenos ya lo hemos dicho tras La Haya y ahora hay que gritarlo.
Es deplorable que gobiernos manganzones como los de Chile y Perú jueguen irresponsablemente a las tensiones limítrofes, sobre todo luego de haber hecho la promesa de construir relaciones armoniosas. Hay que reconocer que el gobierno de Alan García tuvo un manejo responsable de las relaciones internacionales y especialmente con Chile (tuvimos un solo canciller, ‘Joselo’ García Belaunde) y que el de Alberto Fujimori robó y manipuló a diestra y siniestra, pero no se jugó con las fronteras. Su voluntad para sellar el conflicto con Ecuador fue ejemplar y duradera.
Ha sido el toledismo con su ‘Chauchiller’ Gustavo Pacheco y el humalismo en esta última fase los que están jugando a la alharaca nacionalista. No nos dejemos manipular.