El pianista, por Fritz Du Bois
El pianista, por Fritz Du Bois
Redacción EC

Los países más exitosos han sido aquellos que han optado por políticas económicas que priorizan el lograr competitividad general para que los recursos sean asignados por el mercado, en lugar de tratar de dirigirlos hacia sectores ‘ganadores’  determinados por algún funcionario. 

En términos musicales se podría decir que es la diferencia entre el director de orquesta que se asegura que la partitura sea la indicada frente al pianista que cree que apretando frenética y simultáneamente innumerables teclas logrará que la melodía sea la correcta. Aunque debemos decir que debido a la crisis fiscal y bancaria en los países desarrollados en recientes años ha recobrado terreno el ‘dirigismo’ frente al mercado. 

Incluso entre los dirigistas o keynesianos el ‘pianista’ más aclamado es Paul Krugman, cuya teoría de la nueva ‘geografía internacional’ le valió ganar el Nobel de Economía, y  quien estuvo esta semana en Lima. Pero, para desilusión de sus partidarios, dijo no ver nada de malo en un país desarrollándose gracias a sus recursos naturales o primarios y que el forzar la industrialización era absolutamente innecesario. Más aun consideró ridículo regresar a la sustitución de importaciones debiéndose más bien priorizar la eliminación de trabas a la inversión así como mejorar la calidad de la educación. Receta con la que pocos podrían estar en desacuerdo y que es bastante liberal dicho sea de paso.

Con lo cual se vuelve a poner sobre el tapete la necesidad de que el gobierno cuente con un norte definido y  generalizado para poder avanzar en lo que le queda de su mandato. Temas como el reducir barreras laborales y burocráticas a la formalización; el uniformizar alrededor de las cuotas el marco legal del sector pesquero; el facilitar que se inicien nuevos proyectos mineros o el propiciar – en lugar de obstaculizar– una mayor inversión privada en la educación deberían constituir la agenda de trabajo para los próximos dos años.

Sin embargo el horizonte electoral parece ser siempre un obstáculo y muchos sectores andan a la deriva por el rumbo equivocado. Por ejemplo es evidente la confusión en el Ministerio de Inclusión Social que no parece tener claro qué es lo que están buscando. 

Así tenemos que el programa Qali Warma intenta no solo darle desayuno a millones de escolares pero también distribuir recursos públicos a ‘potenciales’ o actuales partidarios contratando al abastecedor en cada pequeña localidad con una mínima o nula posibilidad de poder controlar la calidad de los alimentos que son distribuidos. Como resultado ya llevamos a lo largo del año que viene operando 538 alumnos intoxicados.

Por otro lado uno se pregunta: ¿Si el objetivo central es mejorar la nutrición escolar, por qué insistir en comprar localmente a pequeños empresarios, la mayoría de los cuales no tiene ninguna experiencia y nunca ha contratado con el Estado? ¿No sería mejor realizar compras centralizadas en las cuales la calidad esté garantizada? ¿Qué sentido tiene arriesgar tanto escándalo? Salvo que se esté construyendo una red de clientelismo electoral a nivel nacional a través de los recursos públicos que se están entregando.

En todo caso lo correcto sería que el gobierno adopte un rumbo claro que no esté distorsionado y que busque recobrar un nivel de crecimiento que sea adecuado. Para lo cual deberían dirigir a la orquesta hacia la competitividad dejando que los pianistas se vayan con su música a otro lado.