Macarena Costa Checa

Si hay una gran conclusión que nos deja el 2023 en el ámbito político es que el –por poco que nos guste– es cada vez más poderoso y relevante.

Los últimos años nos han demostrado que el Congreso es el corazón de la estabilidad presidencial. Aquí, alianzas políticas, la composición legislativa y los procesos de destitución moldean el destino de las administraciones. Que Dina Boluarte siga hoy en el poder no es casualidad. Es un resultado directo de los pocos ánimos que el Congreso tiene de vacarla. Si el Congreso la quisiera fuera, estaría fuera.

Un cambio legislativo sutil pero significativo ocurrió en el 2021, cuando el Congreso limitó el uso del voto de confianza por parte del Ejecutivo, un “escudo” que ilustra su creciente autonomía. Este cambio evidencia cómo el Congreso ha ido ganando terreno en su relación con el Ejecutivo.

Asimismo, la potencial transición hacia un sistema bicameral, a un paso de concretarse, amplificará aún más la importancia del Congreso. Si se aprueba, tendremos un Congreso bicameral con la posibilidad de que los candidatos presidenciales también postulen al Senado o a la Cámara de Diputados, una dinámica que podría llenar el Senado con líderes de partidos políticos. Este cambio estructural, de aprobarse, redefiniría el panorama político peruano.

Pero aquí radica la paradoja: mientras su poder se expande, la aprobación del Congreso se desploma. Al cerrar el año, el Congreso enfrenta una aprobación del 5%, una cifra alarmantemente baja. Más de 80 congresistas tienen investigaciones fiscales abiertas, lo que socava la confianza pública en esta institución. Este descontento popular subraya la necesidad de que el poder congresal se ejerza con responsabilidad y transparencia.

A pesar de su impopularidad, el Parlamento se consolida como un elemento cada vez más determinante en la estabilidad del país. La ironía no puede ser más evidente: desconfiamos profundamente de una institución que, al mismo tiempo, se ha vuelto indispensable para nuestro sistema político.

El Congreso debe trabajar para recuperar la confianza del pueblo peruano en la institución, pero no debemos olvidar que nosotros, como electores, tenemos un papel crucial en este proceso democrático. La elección de representantes adecuados y competentes es fundamental para garantizar un Congreso que sea digno de nuestro respeto y confianza. En un año de continuas turbulencias políticas, la necesidad de un Congreso responsable y respetado nunca ha sido más evidente.

El 2023 nos desafía a repensar la dinámica entre poder y responsabilidad, instándonos a ser más exigentes tanto en nuestra elección de representantes, como en nuestra vigilancia del Congreso, que indiscutiblemente se consolida como el epicentro de la política peruana hacia el 2024.

Macarena Costa Checa es Politóloga