La izquierda peruana ha pisado el palito. Los alineamientos de sus coaliciones, la viabilidad de sus candidaturas, sus disputas internas y su imagen pública giran en torno a los términos impuestos por la derecha: ¿eres prominero o antiminero? Así, la obsesión de nuestros liberales criollos (y demás evangelizadores del culto al libre mercado) por salir del estancamiento económico a punta de proyectos mineros se ha convertido en la división política ‘made in Asia’.
Si la campaña venidera se juega solo en los términos del “extractivismo”, será un terreno desventajoso para la izquierda. Así, fácilmente caerán en la etiqueta del “revoltoso”, del “terruco neosenderista”, del “enemigo del desarrollo” –ya casi “traidor a la patria”–. Pero además sería un debate infértil para un país que requiere reevaluar sus preocupantes niveles de desigualdad e informalidad, tanto como su agenda de reforma institucional –temas en los que el actual “modelo” ha demostrado inocuidad–. (La pobreza en toda América Latina ha disminuido con independencia del “modelo”). Reducir el debate a Conga o Tía María solo refleja nuestras miserias.
Mire a su alrededor. Salga por un momento de la cobertura mediática de Pepe Julio y sus “lentejas”. ¿Acaso no pululan invasores de terrenos en las periferias de las ciudades? ¿Se ha fijado en los cortes de la Panamericana Sur por vecinos que reclaman atención? ¿Se ha percatado de las huelgas interminables de trabajadores agrícolas (Pomalca) y mineros (Uchucchacua)? ¿Son estos ejemplos de la “manipulación” de “desestabilizadores” que procuran un clima de caos generalizado? ¿Cuál es el eje transversal a antimineros, huelguistas, invasores y “pobladores” rebeldes?
Mi hipótesis es que se mantiene una insatisfacción social sin genuina representación política. Las “nuevas” demandas producidas por la expansión del hampa han robado el protagonismo a las más “viejas” y estructurales asociadas a la desigualdad social. Las primeras son de fácil respuesta discursiva –vamos, cualquier bravucón puede hacer la prueba–. Las segundas requieren de propuesta meditada y viable. Las primeras están hechas para ‘outsiders’ de poca monta y mucho márketing; las segundas para una izquierda sin catalejos miopes.
¿Por qué un 25% de peruanos cree que estamos retrocediendo (Ipsos)? No, no se trata de un “problema de comunicación” como los gestores (públicos y privados) suelen justificar. Sino, en definitiva, estamos ante un electorado consistente y decepcionado –a diferencia de Humala-candidato– que siente la asimetría gubernamental favorecedora de la clase empresarial en desmedro de “los de abajo”. No se trata tampoco de sobrerrepresentar a una minoría. No se equivoque: quienes creen que el país progresa no alcanza el 30%. Por ello, si hubiese un candidato atractivo de izquierda podría inclusive ganar votos en el centro.
Por ahora, a nadie le queda el polo rojo que dejó Humala en el clóset. Según encuestas, Fujimori y Toledo son quienes mejor se posicionan entre el elector insatisfecho, pero no convencen. PPK solo llega a los optimistas del statu quo. García seguramente hará el intento. ¿Se imaginan?: “¿Qué es la izquierda? Un frenesí. ¿Qué es la izquierda? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la izquierda es sueño, y los sueños, sueños son”.