Ilustración: Giovanni Tazza
Ilustración: Giovanni Tazza
Rolando Arellano C.

En un artículo anterior (, 3/12/2017) decíamos que todos los indicadores económicos auguraban un gran año 2018 y que solo una sombra amenazaba esa posibilidad, el que la política no estuviera al nivel de las oportunidades. Desgraciadamente, mucho antes de lo esperado, se ve que esto último ocurre. Por ello creemos que lo mejor sería que, como ciudadanos, nos preocupemos por defender la democracia, pero que como empresarios –pequeños o grandes– ignoremos la política. No le pidamos peras a ese olmo, nos diría la sabiduría popular.

¿Es posible crecer en momentos de crisis política como la de hoy? Sí, y la historia nos lo demuestra, pues el país no se ha detenido a pesar de los malos y menos malos gobiernos que pasaron recientemente. No se detuvo con la inmensa corrupción que todos vimos en el gobierno de los ‘vladivideos’, no lo hizo cuando el país estuvo en piloto automático mientras Punta Sal reemplazaba al palacio de Pizarro. Tampoco paró con el gobierno de los narcoindultos y del Cristo de Chorrillos, y siguió avanzando a pesar de la pareja presidencial hoy en prisión preventiva. Ninguno de esos gobiernos pudo detener el crecimiento de la economía y el reforzamiento de las nuevas clases medias, que mejoraron su nivel de vida incluso en momentos en que los países desarrollados y la región latinoamericana estaban en problemas.

¿Qué permitió que esto se diera? Lo hemos dicho más de una vez y vemos necesario repetirlo, gran parte del desarrollo peruano de los últimos tiempos se dio por dos grandes motores. Uno externo, la demanda internacional por nuestras exportaciones de minerales y productos agrícolas. El otro, interno, por el esfuerzo de millones de familias que entendieron que el país es mucho más que la pequeña parte que controlan los políticos, a los que por tanto prefieren ignorar (oídos sordos para situaciones necias), mientras empujan sus quioscos y talleres. Ninguno de esos dos motores tiene problemas fundamentales hoy.

Ciertamente lo ideal sería tener también al gobierno y a la política empujando el carro del desarrollo, como lo planteaba el último CADE: no tener cuerdas separadas. Sin embargo, los escándalos de corrupción y la amenaza de vacancia presidencial muestran que hoy eso está lejos de ser posible, y que más bien quizá lo necesario es lo contrario y pensar que más vale estar solo que ir mal acompañado. Es decir, que los sectores productivos no nos dejemos perturbar por la política ni esperemos su ayuda, sino que solo trabajemos más fuerte para hacer avanzar al país, deseando como máximo su no interferencia. Ya lo hemos vivido y funcionó. En fin, entendamos que al mal tiempo hay que presentarle nuestra mejor cara, sin desanimarnos.