En CADE de Paracas que terminó el viernes, las frases “desaceleración” o “baja del PBI” se oyeron generalmente para señalar que, pese a los indicadores de los meses recientes, el crecimiento futuro seguirá siendo muy positivo. Fue un cambio importante, pues últimamente los miembros de la sociedad estábamos cometiendo el error de dar a las predicciones negativas la posibilidad de generar su propio cumplimiento.
¿Qué sucede cuando alguien dice que no creceremos 4% sino solo 3% el año próximo? Usted, señor empresario, decide limitar sus inversiones y posterga la compra de la vivienda deseada. Contribuye así a disminuir el PBI. Y ¿si al ver entonces que los planes de inversión y gasto de los empresarios bajaron, otro comentarista dijera que ya no será 3% sino 2,5%? Así, usted dejará de contratar personal y restringirá sus salidas a comer. Resultado, crecimiento aun menor.
Eso se agrava cuando los medios de comunicación insisten en remarcar las malas proyecciones, poniendo en sitios menos destacados lo bueno que pasa. Supuestamente porque vende más un titular de que creceremos menos de lo esperado que uno señalando que por primera vez en nuestra historia hemos entrado al rango de A de los calificadores económicos internacionales (que permite mejores créditos y mayor atracción de inversionistas).
Paralelamente, entran al juego las autoridades, cuando resaltan que tenemos “viento en contra” y que nuestro año será decepcionante. Y por cierto yerran al dar proyecciones de crecimiento de tan cortísimo plazo (el próximo mes o trimestre), que deben corregirse frecuentemente. Al hablar de vacas flacas, eliminamos algo del pasto que alimenta nuestro crecimiento.
Y los empresarios siguen la corriente, considerando erradamente que el PBI determina nuestro crecimiento, cuando en realidad el PBI sube porque crecemos. Ciertamente, la economía externa influye en los precios de nuestros productos y en las inversiones que recibimos, pero ella es solo un dato más para el planeamiento, pues su influencia puede ser modificada hacia arriba o hacia abajo por nuestra actitud frente a ella.
Felizmente, la realidad y la cordura comienzan a imponerse, pues al verse los datos del mayor crecimiento del último trimestre, la subasta inversa de las predicciones (en donde quien daba menos ganaba más titulares) disminuye. Y también se observa un cambio en las autoridades, como en el discurso del ministro Alonso Segura en CADE, que, al presentar medidas para contrarrestar la baja, transmitió confianza de que ella es manejable. Mejor aun, ver al presidente del Banco Central de Reserva exponiendo junto a Fidel Jaramillo, representante del Banco Interamericano de Desarrollo en el Perú, en el foro Razones para ser Optimistas en el 2015, es una gran muestra de ese camino.
Falta solo que los empresarios sigan el mismo rumbo, valorando las predicciones económicas en su verdadera dimensión. Por ejemplo, entendiendo que son muy útiles para el mediano y largo plazo, pero pueden variar mucho en el corto, como ocurrió en el 2009, que al crecer solo 1% muchas previsiones señalaban el fin de la bonanza, pero crecimos 9% en el 2010.
Y además, y por sobre todo, entendiendo que la realidad siempre ha mostrado que las empresas que luchan contra las malas tendencias crecen más que las que no lo hacen.