Rolando Arellano C.

Los dolorosos acontecimientos de los últimos días muestran que tenemos que construir un mejor país. Entre otros, reconstruir el principio de . Veamos.

Muchos de nuestros gobiernos tuvieron faltas que generaron gran descontento social. Como muestra reciente, pero no exclusiva, están la falta de fertilizantes para la productividad rural, el bajísimo gasto público en obras que dan bienestar, la retracción de la inversión privada que genera trabajo y la crisis de la calidad educativa que daña a nuestros niños. Todos ellos son temas que las autoridades deben enfrentar de manera urgente, pero, para que puedan hacerlo, nos toca a los ciudadanos recuperar el por la función pública.

¿No hay respeto por las autoridades? Quizás un poco, pero está muy herido, y se ve desde la normalización del insulto (gobernador miserable, ministro burro, presidente…) hasta el desafío a las leyes cerrando carreteras, asaltando minas y atacando a la policía.

Ciertamente, gran parte se explica por haber elegido en el Ejecutivo y en el Congreso a personas sin aptitudes para gobernar, con el correlato de ministros y funcionarios sin experiencia o con antecedentes penosos. También, en algunos casos, por la incapacidad de las autoridades para hacer respetar la propiedad y el trabajo, lo que envalentonó a los violentistas y dio como resultado las muertes en enfrentamientos con las fuerzas del orden que todos debemos lamentar.

¿Qué problema acarrea esta situación? El primero es que, más allá de si la persona específica lo merece o no, quien le falta el respeto a una autoridad está atentando contra todos los ciudadanos. Olvidando que ser valiente no implica ser descortés, quien insulta al presidente en ejercicio, se llame Pedro Castillo o Dina Boluarte, insulta al cargo de presidente de la República, que representa a todos. De la misma manera, quien ataca a policías, que son funcionarios que han recibido nuestra orden de darnos seguridad, ataca a todos los ciudadanos.

¿Cuál es el riesgo? El riesgo es que ese comportamiento se normalice y se pierda la esencia de la democracia, del poder popular que se ejerce a través de las autoridades. Está en que se vuelva normal que se cierren caminos, que se insulte a un ministro o que se desobedezca a las fuerzas del orden.

Por todo ello, para empezar a reconstruir nuestro país, nos toca a los ciudadanos hacer respetar los cargos de nuestras autoridades, sin por ello dejar de vigilar que no usen incorrecta o abusivamente su cargo o su fuerza. Así les daremos capacidad para ejercer sus funciones y haremos además que la política y el servicio público atraigan, nuevamente, a personas capaces y honestas. Que tengan una gran semana.

Rolando Arellano C. es CEO de Arellano Consultoría para Crecer