Macarena Costa Checa

En 1803 Alexander von Humboldt le escribió una carta a Ignacio Checa, el entonces gobernador de Jaén y también mi pentabuelo (un tátara algo lejano). En ella le decía, entre otras cosas, que “más separada del está que Londres y, aunque en ninguna parte de América española se peca de un patriotismo excesivo, no conozco otra ciudad en la cual ese sentimiento sea más apagado”. Unas seis generaciones después, las cosas no parecen haber cambiado demasiado.

Hoy me encuentro frente a la realización de no saber qué sentir. ¿Culpa porque yo puedo seguir con mi vida e ir a la playa el fin de semana mientras en Madre de Dios no hay gas y en Ica están al borde del desabastecimiento de alimentos? Sin duda, pero la culpa no ayuda a nadie. ¿Impotencia al no ver salidas? ¿Tristeza por las vidas perdidas? ¿Rabia al ver aeropuertos arder? Un poco de todo. ¿Pero qué podemos hacer nosotros, desde nuestro refugio limeño en donde nada parece cambiar, para que algo cambie?

Por supuesto que no tengo la solución, pero pienso que podemos empezar por dos cosas:

Primero, no permanecer ajenos a lo que ocurre en el resto del Perú. Y esto empieza por tomarnos el tiempo de comprender las complejidades de los conflictos que hoy afligen al país… Intentar entender el mundo desde otras perspectivas de vida, atrevernos a escuchar con apertura a quienes están en el centro de este conflicto, comprender que el mundo no es como tú lo ves, y no simplificar en blanco y negro algo que tiene infinitos matices de gris. Aunque para la mayoría de los limeños la vida sigue de manera normal, es importante que sepamos que casi todo el resto del país está ardiendo. ¿Entendemos los limeños que el Perú no es Lima? ¿Valoramos a lo que no es Lima por igual? Tal vez podemos partir por ahí.

Lo segundo es saber que la manera más decisiva de incidir en el mundo político es ejerciendo nuestro derecho al voto. Pronto (aunque no sepamos exactamente cuándo) iremos a las urnas nuevamente. Quienes tú y yo decidamos poner en el poder serán quienes definirán qué rumbo tomará el Perú. No es una decisión ligera. No podemos escoger congresistas para pedir que se vayan después de un año. Por favor, ejerzamos el derecho al voto con la responsabilidad y el respeto que se merece. No elijamos a gente que vamos a terminar maldiciendo.

Si es que las culturas tienen alma, como decía Oswald Spengler, el alma peruana está sangrando. Hay un camino largo y lento hacia la cicatrización. Para poder dejar de vivir en el caos y en el dolor, tenemos que aprender a conectar. A comprender lo que realmente significa la frase “el Perú no es Lima”. Tantos años después de esas palabras de Humboldt, es momento de que algo cambie.

Macarena Costa Checa es politóloga