Muchos políticos suelen acuñar la frase “todas las vidas valen igual” o “la vida no tiene precio”. Y, si bien es cierto que la vida no tiene precio para uno mismo y sus seres queridos, como sociedad ya nos estamos viendo en la necesidad de asignar un valor a cada vida.
De hecho, en Italia se ha previsto asignar las camas de UCI en función de la probabilidad de éxito de los pacientes (SIAARTT). En otras palabras, frente a recursos escasos, se les otorga mayor valor a aquellas vidas que tengan mejores probabilidades de supervivencia o más años por delante, mientras se deja morir a los mayores o más vulnerables. En el Perú, aunque nadie lo dice abiertamente, sé por un médico que trabaja en UCI que estos criterios ya vienen utilizándose.
Puede considerarse contrario al principio de igualdad política, conforme al que todos somos iguales frente a la ley. Pero, como muchas veces ocurre, la realidad de la economía se impone: frente a recursos escasos hay que tomar decisiones trágicas en pocos minutos.
Esta cuestión, que ciertamente abre un debate ético, no hará sino extremarse en los próximos meses. Algunos estados como el Reino Unido, ya han establecido restricciones para que se exporten medicamentos como Kaletra, cloroquina e hidroxicloroquina, por ser necesitados por pacientes con COVID-19.
¿Y qué pasará cuando tengamos una vacuna disponible para ser distribuida en el Perú? ¿Quién debe recibir la ‘cura’ primero? Es muy difícil que logre establecerse un orden en el mundo que no esté relacionado con factores como el poder adquisitivo de los compradores o el territorio en el que se producen las vacunas. Por eso, quizá debamos circunscribir el debate a cómo pensamos distribuir acá esas vacunas, porque muchos en campaña presidencial harán un uso populista del tema.
Probablemente haya consenso sobre quiénes deben recibir la vacuna primero: los trabajadores médicos y las zonas donde la epidemia está fuera de control… ¿Y luego?
Hay quienes dirán que deben ser los mayores de 65, pues son población vulnerable. Luego, quienes sufren de hipertensión, diabetes, sobrepeso o algún problema al corazón. Pero hay quienes dirán que debe ser la población de entre 20 y 65 años porque es la más productiva y, por lo tanto, la más valiosa.
Hay quienes dirán que deben ser primero los niños porque es el deber del Estado proteger primero a quienes no pueden hacerlo por sí mismos. Hay quienes dirán que quienes tienen sobrepeso –pese a ser más propensos a contraer el virus– no deben recibir primero la vacuna porque el sobrepeso es una elección.
Las cuestiones que se pueden generar en torno al valor de una vida son incontables, y es necesario empezar a ensayar algunas respuestas.
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