No veo por qué Carmen Masías tenga que anunciar su malestar y su sorpresa tras ser defenestrada de la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida). La llamó el primer ministro René Cornejo para decírselo. Para un cargo de confianza de la PCM, eso es suficiente.
Hay más razones para no quejarse. Llegó al cargo tras la caída de Ricardo Soberón. La decisión de este de frenar la erradicación de sembríos puso a la oposición con los pelos de punta. La PNP, a través del Corah (el ente erradicador), también se había espantado y comenzó a intrigar contra Devida.
La oposición tenía una razón profunda para pedir la cabeza de Soberón: su mano blanda con los cocaleros era un rezago de la gran transformación, ese plan B humalista para apoyarse en ese sector informal y fronterizo, y así afianzarse en el poder cual Evo Morales, líder cocalero antes de ser presidente. El propio Ollanta Humala fue entusiasta prococalero en su campaña del 2006.
Pero Ollanta, ya comprometido con la hoja de ruta, no tuvo más remedio que retomar el enfoque clásico del tráfico ilícito de drogas (TID): erradicar a pasto, confiar en la cooperación internacional (que le preocupa más reducir nuestra oferta que controlar su demanda) y esperar que la democracia y el mercado hagan lo demás.
El reemplazo más a mano que tuvo fue Carmen Masías, ex jefa de Cedro, organismo de atención y prevención del consumo, dependiente de ese enfoque clásico. Y así, Masías fue nombrada de mala gana por un presidente que desconfiaba de su enfoque y, como ex militar receloso de la PNP, desconfiaba aun más de las instancias policiales llamadas a ejecutarlo. El énfasis puesto por Masías en las cifras de erradicación, habría sido la gota que derramó el vaso. Mientras la ciudadanía anda aterrada con el incremento del sicariato, los ajustes de cuentas y otras señales asociadas al crimen organizado y al TID; concentrarse en arrancar plantitas, suena naif, por decir lo menos.
Tengo entendido, además, que durante la gestión de Masías, Humala ha seguido oyendo las recomendaciones de Soberón y del Centro de Investigación Drogas y Derechos Humanos (CIDDH). Por cierto, esta ONG ha celebrado la salida de Masías (https://goo.gl/xAee9o) y pide el fin del enfoque ‘represivo’ de ‘reducción de la oferta’.
Por lo tanto, que Masías no peque de despistada. Estaba inerme y casi muda, insistía en la erradicación, no tenía plena confianza del presidente mientras su predecesor tenía llegada a él. ¡Díganme si no estaba de más! El propio Humala, el domingo, habló con términos similares a los de la CIDDH.
No podemos ideologizar ningún ángulo del TID. Hay que erradicar lo justo, pero, más que eso, controlar insumos (¿qué pasa con la Sunat que demora el asunto?), hacer inteligencia antilavado, destruir pistas clandestinas, dar golpes transversales a los cárteles que acopian, procesan y exportan por aire, mar y tierra. Hoy mismo, los cárteles miran a Brasil. El del 2014 será el Mundial de la coca peruana.
El nuevo jefe de Devida, Alberto Otárola, tiene la confianza de Humala, la obligación de conciliar enfoques erradicadores e integrales, y el reto de forzar la marcha del aparato represivo interinstitucional (PNP, Sunat, SBS, PJ, MP, FF.AA.). El tráfico nos está deteniendo.