Como cada año, este 12 de octubre en toda América revivieron las críticas a la destrucción cultural que significó la llegada de Cristóbal Colón al continente. Siendo explicable esta emoción, se olvida que en la América hispana se dio un mestizaje de culturas único en el mundo. Veamos.
En la mayoría de las grandes colonizaciones de la historia se dio una segregación física y racial entre conquistadores y conquistados. El caso más claro fue el de los ingleses, que se oponían a mezclarse en India, África, Asia y América, pero también ocurrió en las colonias de los alemanes, holandeses, belgas, franceses y otros. Solo en la América conquistada por España se dio un fenómeno de mestizaje amplísimo, no solo no prohibido, sino fomentado por la corona. Así, mientras en las colonias inglesas existen decenas de leyendas sobre amores prohibidos entre indígenas y europeos, en el Perú y en México los capitanes españoles consideraban un honor casarse con nobles locales, como Francisco Pizarro con doña Inés Huaylas (Quispe Sisa, Flor que brilla), hermana del inca Atahualpa.
Más importante aún, en momentos en que el tráfico de esclavos era una de las actividades más lucrativas del mundo, en la América española, gracias a don Bartolomé de las Casas, la corona prohibió el esclavismo de los nativos. Así, al ser considerados seres con alma y quizás uno de los pueblos perdidos en el diluvio, nuestros ancestros tuvieron un trato feroz especialmente en las minas, pero su sufrimiento nunca fue comparable al terribilísimo de los pueblos africanos.
¿Significa eso que la llegada de Colón no fue negativa para las culturas precolombinas? Por supuesto que lo fue, pues implicó la destrucción de imperios muy poderosos que quizás hubieran podido florecer más. Pero ello no debe hacernos olvidar dos atenuantes. El primero es que hace cinco siglos las guerras de conquista entre Estados eran la manera natural de obtener poder, tanto entre países europeos como asiáticos y africanos, y que los imperios Incas y Mexicas surgieron avasallando a sus pueblos vecinos. El segundo y más importante, que en América Latina los únicos que con estricto derecho pueden reclamar por esa destrucción son los pocos que no descienden de ese mestizaje, único en el mundo, de dos grandes culturas. Por eso, para quienes llevamos en la sangre esas mezclas de apellidos López, Mamani, Pérez, Quispe, Martínez, Huamán o Arellano, discutir si la llegada de Colón a América fue un evento bueno o malo es como preguntarnos si queremos más a papá o a mamá. Una pregunta que nos desvía de la verdadera cuestión a responder, que es cómo aprovechamos las fuerzas que recibimos de ambos. Que tengan una gran semana.